José Antonio Naz, presidente de Europa Laica, señala que el arzobispo Argüello, lejos de ser un moderado, ha impulsado la oposición a la LOMLOE, ha respaldado querellas de Abogados Cristianos y Hazte Oír, y ha promovido grupos ultraconservadores como la Corriente Social Cristiana.
La irrupción de la cúpula de los obispos en la vida política, al reclamar elecciones, coloca en primer plano al presidente de la Conferencia Episcopal, quien recibe alguna crítica interna desde Catalunya y una respuesta contundente del Gobierno
La política no es una actividad ajena para el hoy presidente de la Conferencia Episcopal, el arzobispo de Valladolid, el poliédrico Luis Argüello. Ya en su juventud, en los decisivos años 70, tuvo alguna implicación y experiencia, según ha contado él mismo en algunas entrevistas, primero con la «democracia cristiana» en unas generales, y también, con la campaña de una candidata a edil del PSOE, compañera suya en la Universidad, en Valladolid, lugar del que es hoy arzobispo y donde estudió Derecho y fue luego profesor. También —sirva como ejemplo de los múltiples intereses sobre política de monseñor Argüello— ha planteado en alguna ocasión que sigue con interés los congresos del Partido Comunista de China.
En estos días, a Argüello le ha picado de nuevo ese prurito de la política y ha lanzado guiños claros, palmarios y evidentes a la derecha y la ultraderecha: su reiterada petición de elecciones, al alimón con PP y Vox, tras el estallido del caso Cerdán, ha ubicado a la Iglesia católica en medio del campo político, expuesta a severas críticas, y ha resucitado —en un país arrasado por el nacionalcatolicismo durante décadas— viejos fantasmas de sotanas agitadas.
El posicionamiento de Argüello y de Francisco García Magán, secretario general de la Conferencia Episcopal, tan claro en una cuestión tan sensible, y que no existió —de una manera tan meridiana— cuando se produjeron otros casos de corrupción en el PP y gobernaba la derecha, no ha sido pacífico y ha causado relevantes críticas desde dentro de la Iglesia y también desde fuera.
Así, en efecto, muy claro fue el arzobispo de Tarragona, Joan Planellas, quien reprochó a Argüello —al que redujo en este contexto a arzobispo de Valladolid— y a García Magán su pronunciamiento: «La Iglesia no debe entrar en política partidista«. También grupos de cristianos de base, alarmados por la deriva de la jerarquía, han reprochado este comportamiento, amén de analistas como el teólogo Juan José Tamayo, quien ha detectado y expuesto, en una entrevista reciente en Público, la cercanía de Argüello con Vox.
Desde fuera, los guiños últimos de Argüello a Vox y PP han servido para aglutinar a la izquierda gubernamental en un momento muy complicado —el Gobierno envió una carta muy dura al presidente de la Conferencia Episcopal, IU reclamó el fin de los privilegios de la Iglesia y el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero recordó las manifestaciones que le montaron— frente a una institución que, con su propia lógica, ejerce como guionista de diversos movimientos de ultraderecha y derecha, con los que comparte estrategias en asuntos clave, aunque en ocasiones existan divergencias.
Este es el caso de la guerra en Gaza y de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) sobre regularización de migrantes: Argüello se ha implicado en su aprobación y mantiene la presión al PP para que la acepte y un discurso completamente opuesto al de Vox, partido que se desliza una y otra vez por la pendiente de la xenofobia. No hay que olvidar en este asunto, recuerdan desde posiciones laicistas, que de fuera de España provienen numerosas vocaciones, justo en un momento en que la Iglesia va perdiendo aquí sacerdotes, monjas y efectivos. Argüello, desde este punto de vista, no daría por tanto puntada sin hilo.
No obstante, cierto es también que este es uno de los temas en los que Argüello ha percutido una y otra vez y que, también, le sirve para ejercer una crítica al capitalismo «moralista y uniformador», otro de sus temas, que juega con los «reemplazos poblacionales como forma salvaje de biopolítica«. «La pregunta —ha manifestado Argüello— no es si el capitalismo funciona, sino qué tipo de humanidad produce; qué está haciendo la economía capitalista contemporánea con el hombre: qué tipo de humanidad produce, cuáles son sus deseos, aspiraciones y horizontes vitales, qué clase de sociedad es capaz de generar».
«Fue nombrado obispo por Francisco y se planteaba como moderado, pero en realidad siempre ha estado en el grupo mayoritario conservador de la Iglesia Católica española. De hecho fue elegido presidente de la Conferencia Episcopal por una gran mayoría conservadora, enfrentada a las aperturas del papa Francisco», analiza José Antonio Naz, presidente de la asociación Europa Laica.
«Se opuso a la tímida ley de Educación, la LOMLOE. Apoya a Abogados Cristianos y a Hazte oír en sus querellas, como la presentada contra la revista Mongolia o la presentadora de las campanadas de fin de año. Ha apoyado también la creación de grupos ultraconservadores dentro de la Iglesia, como el CSC (Corriente Social Cristiana), que pretende recuperar la influencia moral perdida», agrega Naz.
«En realidad, este presidente de la CEE sigue la senda y representa fielmente la línea contínua del nacionalcatolicismo, que siempre ha sido mayoritaria en la Iglesia Católica, interviniendo políticamente y sustentando ideológicamente a las derechas para seguir manteniendo y aumentando sus privilegios», remacha el presidente de Europa Laica.
La estrategia «espiritual»
Más allá, en efecto, de desencuentros puntuales con las derechas como en el ámbito de las migraciones —y el genocidio en Gaza—, los sociólogos Ignacia Perugorría y Joseba García han analizado en diversos trabajos el comportamiento de las organizaciones y fuerzas que se han movilizado en contra de las políticas de ampliación y reconocimiento de derechos de las personas LGTBIQ+ y las mujeres, entre las que ha estado la jerarquía católica —en las que se ha destacado Argüello— en un contexto de progresiva secularización de la sociedad española, de abandono de la práctica del catolicismo.
Perugorría y García han encontrado en sus investigaciones que estas organizaciones «se alinean con la estrategia vaticana de nueva evangelización, que aboga por una recristianización velada de las instituciones y la sociedad protagonizada por el laicado». «Sus miembros pueden caracterizarse, consecuentemente, como ciudadanos-creyentes y activistas«, escriben Perugorría y Martín en Repolitizando lo religioso: La movilización neoconservadora de inspiración católica contra las políticas morales desde el marco de la postsecularidad.
«El ámbito de acción por excelencia —cuentan los sociólogos en ese trabajo— es la lucha por proyectos morales relacionados con la intimidad, el último bastión sobre el que el catolicismo trata de conservar influencia pública en un contexto marcado por el avance del proceso de secularización. Este foco se inserta y consolida en el marco de la estrategia neoconservadora global de nueva evangelización diseñada durante el papado de Juan Pablo II, y continuada por los subsiguientes pontífices».
«La narrativa de nueva evangelización funciona como manual de instrucciones para el laicado, llamándolo a devolver a dios al centro de la vida pública. Lo hace —continúan los expertos— mediante el ya mencionado relanzamiento hacia el mundo secular, y, en segundo lugar, proponiéndole una guía de buenas conductas fundamentadas en el catecismo católico para ordenar la sociedad y la acción individual. Esta narrativa es, todavía hoy, el marco hegemónico de la institución para pensar sobre las políticas morales, entendidas como aquellas decisiones públicas que se encuentran inmersas en valores y prácticas donde la esfera de lo privado [y la religión] está predominantemente implicada».
«Las políticas morales contra las que se movilizan —remachan los sociólogos— pueden clasificarse en tres grandes bloques: aquellas relacionadas con la vida y la muerte, como el aborto, la eutanasia, y la inseminación artificial; las relacionadas con el campo de la sexualidad, con especial atención a la homosexualidad, el trabajo sexual y la pornografía; y, finalmente, las cuestiones vinculadas con libertades individuales y valores colectivos, entre los que destacan el matrimonio igualitario y los contenidos educativos tales como la educación sexo-afectiva».
En estos años como presidente de la Conferencia Episcopal, Argüello, en efecto, ha participado en diversos foros del entorno de la ultraderecha, a los que acuden esos ciudadanos-creyentes y activistas de los que hablan Perugorría y García. «En lo moral ha estado en contra de toda la legislación sobre los derechos sexuales», resume Naz.
La misma semana en que reclamó elecciones, el pasado 16 de junio, Argüello se sentó junto con Santiago Abascal, líder de Vox, en la presentación de un libro de Miguel Ángel Quintana Paz, Cosas que he aprendido de gente interesante. Filosofía, Política y Religión. Allí Argüello habló de la batalla «espiritual».
Este es un concepto sobre el que Argüello lleva tiempo reflexionando. Dejó escrito un capítulo en el libro colectivo ¿Librar la batalla cultural? (CEU Ediciones) titulado El combate cultural es un combate espiritual. Y cuando fue nombrado arzobispo de Valladolid, manifestó en su primera homilía, de 30 de julio de 2022: «Somos llamados a un combate espiritual para crecer en genuina espiritualidad de encarnación, de comunión y misionera, que llene nuestra existencia y se derrame en los ambientes e instituciones sociales, económicas y políticas en las que participamos».
En su cuenta de X, Argüello ha expuesto algunas de estas preocupaciones «espirituales». Así, ha dejado escrito, el 29 de marzo de este año: «La línea progresista del pensamiento posmoderno ha hecho del poder, empoderamiento, su eje programático. Solo los procedimientos, cada vez más controlados, limitan el poder. Hoy el Poder (Putin, Trump, las GAFAM [Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft]…) prescinde de los procedimientos. Y el orden liberal se asombra».
También, el pasado mes de abril: «Un nuevo tiempo post emerge, la posglobalización. Se une a posmodernidad, poshumanismo, poscristiandad, posdemocracia. Y si fuera la oportunidad de un tiempo pre de buscar juntos una nueva centralidad de la persona y de reorganizar la casa, el mercado y el ágora».
Además: «Nuestra Constitución se fundamenta en la dignidad de la persona, organiza la convivencia según el Estado de Derecho y mira al bien común como Estado social. Aborto, confusión de poderes, falta de vivienda, acogida de inmigrantes y sentido de Nación en la globalización la desafían» (6 de diciembre de 2024).
Sobre la ley de amnistía, también ha dejado reflexiones «espirituales» en contra de la norma: «Lo que vive nuestra nación es una consecuencia más de la crisis antropológica, moral y espiritual, por tanto política, de las sociedades occidentales» (10 de noviembre de 2023).
Cuando fue elegido como presidente de la Conferencia Episcopal, en marzo de 2024, el exdirigente de Vox en Castilla y León, Juan García Gallardo, alabó a Argüello: «Es el hombre que necesita la Iglesia española en un momento en el que hay tanta necesidad de aportar luz. España necesita una Iglesia católica que vuelva a ser faro espiritual e incómoda para el poder, que no tenga miedo a nadar contracorriente, a atacar a la industria de la muerte y la Agenda 2030«.
Alguna crítica, en efecto, ha emitido Argüello a los objetivos de desarrollo de Naciones Unidas —la Agenda 2030—, uno de los focos de la guerra cultural que promueve la ultraderecha. Él mismo también expresó, de un modo indirecto, antes de ser elegido, ya los elementos de relación con el Gobierno, en esta entrevista: «Siempre ha sido más fácil llegar a acuerdos en cuestiones económico-patrimoniales que en temas que tengan que ver con nuestra visión de la vida, la antropología, la educación y demás».
Gaza
La vocación religiosa le llegó tardía a Argüello, a los 30 años. Así lo ha contado él mismo: «De alguna forma, vi una inquietud que tenía desde el colegio cuando me planteaba si sería hermano de La Salle, luego en las peripecias políticas, en el compromiso con los toxicómanos a través de Cáritas… En un momento dado, reconocí que el señor me estaba llamando a ser cauce de su gracia, ministro de reconciliación y comunión. El Viernes Santo de 1983, todos estos puntos se unieron y, mientras adoraba la cruz en una Pascua de jóvenes, descubrí mi vocación sacerdotal. Tenía 30 años».
Quien lo conoce, reivindica como aspectos esenciales de su vida los relacionados con la doctrina social de la Iglesia, entre los que destacan, además de la ILP de migrantes, su implicación personal en el problema de la vivienda y la petición de precios cristianos en los alquileres hechos por cristianos —al respecto de esta afirmación, los laicistas recuerdan la voracidad de la Iglesia y los miles de inmatriculaciones de la Iglesia y los inmensos beneficios que los obispados y arzobispados obtienen cada año en alquileres (el de Valladolid medio millón de euros en 2023) e inversiones basadas en su ingente patrimonio— y también su implicación personal en solicitar el fin de la guerra en Gaza y el fin de la violencia también en Irán.
Sobre Gaza ha manifestado que la guerra tiene «rasgos genocidas» y ha llegado a defender, a su manera, al Gobierno de España en X de algunas críticas del PP: «Gritemos alto y claro contra el drama humanitario que ocurre en Gaza por la acción del Gobierno de Israel. No cabe el silencio usando el argumento de que el Gobierno de España lo utiliza como escudo para ocultar otros problemas. Ese silencio utiliza la misma táctica encubridora».
Luego, el 13 de junio: «Ante mucho de lo que ocurre a veces preferimos taparnos la nariz y mirar para otro lado. La tragedia humanitaria que se padece en Gaza ha de hacemos redoblar la presión moral, política y espiritual para gritar en favor de parar la guerra y de una paz justa».
Más allá del activismo, la Biblia y los rezos, Argüello dedica tiempo a leer y está al tanto del mundo de las series de televisión, de las que extrae lecciones: «Me resulta muy atractivo, aunque tengo que seleccionar entre lo que oigo y me recomiendan. He visto capítulos de Black Mirror, también Years and years o Succession. Hay una serie muy larga, atractiva, que expresa un camino de cómo el amor a los hijos puede llevar a una senda destructiva, pero también de redención, que es Breaking Bad. A nivel de lectura, lo que puedo leer más son informes, de los que hacen en Davos».
Abusos sexuales y aborto
Los críticos de Argüello recuerdan con razón su errática —y negacionista en el principio— gestión de los abusos sexuales en la Iglesia —»sigue tratando de tapar o minimizar los abusos eclesiásticos a menores», afirma Naz—. Argüello dejó algunas frases bien polémicas, como «solo son pequeños casos». «Incluso sumando todos los que han salido en los medios de comunicación, que se remontan a un período de 80 años, seguramente no pasan de mil», dijo. Y antes, en 2019: «No realizaremos un informe. Investigaremos los casos que nos comuniquen, pero no iremos con una lupa. No hay datos. ¿Qué hacemos? ¿Coger un túnel del tiempo?».
En octubre de 2023, la investigación del Defensor del Pueblo estimó en 440.000 las víctimas de pederastia en la Iglesia española.
Después, en esa misma entrevista de febrero de 2024, sin «flagelarse», Argüello recondujo su discurso: «Hemos crecido en toma de conciencia del asunto, pero uno ha llegado a una convicción de que, aunque pueda valorar la realidad de los datos en el conjunto de la vida social española, realmente eso hoy no nos interesa. Lo que nos interesa es abordar este asunto y, desde ahí, que la sociedad también vea los pasos que deba dar».
En X escribió el 20 de noviembre de 2024: «La Iglesia reza hoy por toda la infancia víctima de abusos. Pide perdón a dios por el pecado cometido, a las víctimas por el daño producido y a la sociedad por el escándalo provocado. También pide al señor luz y fortaleza para prevenir, acoger, acompañar y reparar».
Víctimas de abusos protestaron a las puertas de la sede de la Conferencia Episcopal cuando fue elegido Argüello. Este tuvo el gesto hacia ellas: salió y saludó. «No ha habido colaboración con la justicia, no ha habido investigación interna dentro de la Iglesia católica. Todas las informaciones que tenemos proceden de organizaciones laicas. Es uno de los de los fenómenos en los que la jerarquía católica ha demostrado más insensibilidad«, reflexionó al respecto el teólogo Tamayo en una entrevista reciente con Público.
De las cuestiones morales de las que hablan los sociólogos Perugorría y García, Argüello también se ha ocupado desde que preside la Conferencia Episcopal. «Dicen que crece el desafecto de los jóvenes por la Iglesia por los casos de abusos y el aborto. Ambos asuntos nos llaman a la conversión, el primero de purificación y reforma, el segundo, al profetismo de anunciar a contra corriente la radical dignidad de la vida humana naciente», escribió en X el pasado 23 de abril.
Así, sus posiciones ultras y contrarias a los derechos de las mujeres y, en algunos casos, de las personas LGTBIQ+, han quedado recogidas en sus mensajes en su cuenta de X, en los que ha practicado el uso de las mayúsculas como vehículo de énfasis de lo que quiere decir: «Los sentimientos han sido elevados a categoría jurídica, por ejemplo, para poder cambiar de sexo; cada vez más expresiones son consideradas delitos de odio. En este ambiente de elogio legal de las emociones, los sentimientos religiosos dejan de ser un bien jurídico protegido» (18 de septiembre de 2024).
«Para la Eurocámara el aborto es un derecho humano contra la vida humana naciente. Quiere defender a la mujer a costa de la vida que gesta. Dice asegurar el progresismo frente a los reaccionarios, cuando impide el progreso de la vida. Es el reconocimiento de la decadencia moral» (11 de abril de 2024).
Luego, ese mismo día: «Este exceso legislativo expresa la debilidad ética de quienes lo defienden. Además se sitúa en contra de la objeción de conciencia y del derecho de asociación de quien tiene una posición distinta. Es la decadencia democrática. ¡LUCHEMOS EN FAVOR de la VIDA su dignidad es infinita».
En la carta que el ministro de Presidencia, Félix Bolaños (PSOE), envió a Argüello después de que este reclamara elecciones, le dejó una carga de profundidad: «Puedo entender también que la Conferencia Episcopal desee un cambio de Gobierno con el fin de que los debates sobre la reparación a las víctimas de abusos en el seno de la Iglesia o la tipificación como delito de las llamadas terapias de conversión sean más fáciles de abordar para ustedes o no se aborden en absoluto».