Feijóo, el okupa de Génova 13
Se había convocado un pleno del Congreso de los Diputados para que Pedro Sánchez pasara por un manteo parlamentario entre dos filas de diputados, una formada por los tradicionales manifestantes ante la sede de Ferraz y otra en la que iban a participar los partidos que apoyan al Gobierno en esta legislatura. Y, todo eso, dirigido por el gran oficiante, Alberto Núñez Feijóo.
Llegaba don Alberto a la Plaza de las Cortes, con su atuendo de las grandes mañanas, para rematar la faena, es decir, a Pedro Sánchez, largamente trabajada desde que llegó al coso de Génova allá por 2022 procedente de su Galicia natal. Había trabajado muy bien la tarea con su cuadrilla de subalternos, magistrados, voceros y algún que otro chorizo infiltrado entre el enemigo quien, sin saberlo, tenía plomo en las alas. Era, ese 9 de julio, el día del juicio final para Pedro Sánchez. Por encima del palacio del Congreso se veía la clásica bandada de buitres revoloteando a la espera de hacerse con los despojos de Sánchez y en muchos cenáculos ya habían puesto a enfriar las botellas de champán para celebrar la buena nueva. Solo hacía falta que alguno de los apoyos del Gobierno le dejara tirado al presidente o, simplemente, mostrara flojera en sus cuartos.
Lo que ocurrió es que, al final, el manteo fue asimétrico y solo participaron en él los de siempre. Y, como el valentón en el túmulo del rey Felipe II en Sevilla, Núñez Feijóo, "luego, incontinente, caló el chapeo, requirió la espada, miró a soslayo, fuese y no hubo nada".
Para el PP ya van dos julios, el de 2023 y este de 2025, en los que, como cantaría Julio Iglesias, la vida sigue igual, para Sánchez y para Feijóo
Porque, realmente, no hubo nada de lo que pretendía Feijóo. No hubo nada de lo que había ilusionado al PP en su recentísimo Congreso. No hubo nada de lo que prometía el PP cuando fichó a Feijóo como la gran esperanza gallega. Ni dimisión, ni voto de censura, ni elecciones anticipadas, ni nada. Y, ya van dos julios, el de 2023 y este de 2025, en los que, como cantaría Julio Iglesias, la vida sigue igual, para Sánchez y para Feijóo.
Pero, mientras Sánchez sigue durmiendo cada noche, bueno, mientras no viaja al extranjero, en la Moncloa, sitio que, ya se sabe, lleva okupando siete años, Feijóo pasa los días en la calle Génova 13 de Madrid deseando salir al balcón de las victorias para ser aclamado, y no para que le griten “Ayuso, Ayuso, Ayuso”. Y, es que, mientras la Moncloa es, quizás, el inmueble más apetecible de España para pasar, al menos un cuatrienio en tu vida, Génova 13 parece un lugar maldito por los fantasmas de la corrupción.
Pablo Casado, su anterior inquilino, ya pareció darse cuenta de ello y anunció su venta a bombo y platillo aunque, no sé si lo llegó a anunciar en algún portal inmobiliario de los pintones o, solo en la dark web. El caso es que, o no pudo venderlo con fantasmas dentro, o no le dio tiempo hasta que le desahuciaron para dejar sitio, precisamente, a Núñez Feijóo. En otros tiempos, al presidente saliente del PP le hacían presidente de honor, pero a Casado, no. Casado tuvo que utilizar su master en “Jarbar” para ganarse la vida en la privada. Seguramente por no saber vender la sede ya que, a quién se le ocurre pretender venderla diciendo que dentro hay fantasmas corruptos y, mucho menos, si se trata de una compañera madrileña de partido. El caso es que Feijóo, y todo el partido con él, miró para otro lado, hizo como si la corrupción no fuera con ellos, sugirió que la condena por la Gürtel había sido cosa de jueces desaprensivos que les habían confundido a ellos, las víctimas, como si fueran los culpables y, por supuesto, no vendieron la sede. Muy probablemente, Feijóo pensó que, pronto, se mudaría a la Moncloa y que, para lo que le quedaba en el convento, podía hacer sus necesidades dentro.
Si Feijóo no está cumpliendo el contrato que firmó en su día con el PP, pronto empezará a haber gente en su partido que se empiece a impacientar
Pero, pasado el tiempo, ha llegado ese 9 de julio y, sin que le haya dado tiempo a ajustarse el terno, parece haberse quedado con su parte inferior de la espalda al aire. Leyendo la prensa afecta a su noble causa, parece que su actuación en este histórico pleno del Congreso ha sido magistral e, incluso uno de esos medios, ha llegado a hablar del mejor discurso de su carrera. Pues será verdad, pero el objetivo, como no sea el de permanecer mucho tiempo en la oposición, no se está cumpliendo.
Y, si eso es así, es decir que Feijóo no está cumpliendo el contrato que firmó en su día con el PP, pronto empezará a haber gente en su partido que se empiece a impacientar pensando que el paraíso no está tan cerca de lo que prometían cuando pusieron la alfombra roja a Feijóo por la A6, esa carretera que une el Pazo de Raxoi, en Santiago de Compostela, con la Moncloa, con una breve estancia en Génova 13. Y no me refiero, solo, a los que ya tienen coche oficial autonómico, sino a los que, todavía no disfrutan de ese servicio y que, por supuesto, formaron parte del 99,24% del Congreso que le renovó el contrato el pasado fin de semana.
Pues bien, ¿cuánto falta para que esos/esas expectantes e impacientes conmilitantes empiecen a considerar a Núñez Feijóo como el okupa de Génova 13?
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