jueves, 10 de julio de 2025

El error de Feijóo

 

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El error de Feijóo

En apenas unos días, el líder del Partido Popular ha enterrado la euforia de su formación; sin embargo, el error clave es anterior

 
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En apenas unos días, el líder del Partido Popular ha enterrado la euforia de su formación; sin embargo, el error clave es anterior

 
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En cuestión de días, el Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo ha pasado de la euforia desmedida vivida en su Congreso Nacional a la frustración parlamentaria de un Pleno que confirmó, con crudeza, que el partido sigue solo y, sobre todo, lejos de La Moncloa. Aquel cónclave sirvió para renovar la dirección del partido, pero no para proyectar moderación. Al contrario, se optó por un equipo diseñado para el cuerpo a cuerpo político, no para la construcción de mayorías. La nueva cúpula popular no está pensada para la diplomacia parlamentaria, sino para librar una ofensiva permanente contra el Gobierno.

El Congreso de los populares también tenía como objetivo consolidar el liderazgo de Feijóo, sobre el que las encuestas revelan que, en estos momentos, su valoración como candidato a la Presidencia es inferior a la de Santiago Abascal. El contraste con su etapa en Galicia es evidente: allí lideraba un partido hegemónico, en un entorno mediático reducido y dependiente de la publicidad institucional. La política nacional, sin embargo, es otro escenario: mucho más hostil, fragmentado y exigente.

El cónclave popular coincidió con el Comité Federal del PSOE, en el que Pedro Sánchez rendía cuentas tras varias semanas de desgaste. Esta coincidencia generó en el PP un fugaz estado de entusiasmo, que se desinfló en apenas 24 horas. Ya el lunes, el partido se enredaba en un debate mediático improductivo sobre si estaría dispuesto o no a gobernar en coalición con Vox. Más que un simple desliz, fue una oportunidad perdida y un regalo a su principal competidor de bloque. Al insistir en el marco preelectoral, el PP terminó reforzando el protagonismo de la ultraderecha. Y aunque el momento era inoportuno, el debate no es menor: revela la persistente ambigüedad del PP respecto a su relación con Vox, la presión de los líderes territoriales que dependen de él para gobernar, y la tensión interna de una cultura de partido que aún añora los gobiernos monocolores de Aznar y Rajoy. En cierto modo, el PP de hoy enfrenta dilemas similares a los que vivió el PSOE entre 2014 y 2016, hasta que logró consolidarse como partido hegemónico del bloque progresista y la formación del Gobierno de coalición de 2019.

El punto de inflexión llegó el miércoles. Feijóo protagonizó una de sus intervenciones más duras y descontroladas, muy alejada del tono moderado que prometía al asumir el liderazgo. En un debate decisivo, no solo perdió el pulso parlamentario frente a un Sánchez firme en la réplica, sino que traspasó los límites del enfrentamiento político al deslizar ataques personales e insinuaciones contra el entorno familiar del presidente, sin pruebas. En lugar de debilitar al Gobierno, su discurso inflamado fortaleció al bloque que lo sostiene.

Si la política —como decía Jorge Valdano del fútbol— es un estado de ánimo, el PP de Feijóo salió del Congreso con un bajón evidente. Y ese ánimo, tan volátil como determinante, ha sido una montaña rusa para todos los partidos en los últimos meses. La célebre frase de Valdano no se refiere solo a la emoción del momento, sino a cómo el estado mental incide en la táctica, la técnica y, sobre todo, en la confianza. Esa es precisamente la clave del momento que atraviesa el PP: no solo un desgaste emocional, sino también un fallo estructural.

El error de Feijóo no fue solo táctico. Decidió no promover una moción de censura, no tanto por falta de apoyos como por una apuesta estratégica: presionar y generar el clima para unas elecciones anticipadas que le otorgaran una victoria clara frente al PSOE y una posición de dominio respecto a Vox. Sin embargo, ese horizonte no parece próximo, mientras la ultraderecha se beneficia del clima de crispación.

Hoy, Feijóo se encuentra atrapado en una estrategia de confrontación constante, con un equipo pensado para ello, pero sin los réditos que buscaba. No gobierna, no logra articular mayorías y acabará por generar dudas internas. Si en los próximos meses no consigue mejorar su expectativa electoral y arrinconar a Vox en el reparto de poder, corre el riesgo de ser cuestionado por los suyos si no hay convocatoria electoral a la vista. A todo esto se suma una debilidad de fondo: el liderazgo de Feijóo no logra consolidarse ante la opinión pública. Un sector relevante del electorado, incluida parte de su base, no confía en él. Y en política, como en la vida, el voto es ante todo un acto de confianza.

El PP renunció a la moción de censura y desechó la vía de la negociación parlamentaria. Esta semana ha comprobado las consecuencias. El estado anímico será determinante de cara al otoño. Pero también lo será la estrategia, la coherencia y, sobre todo, la capacidad de liderazgo. Y ahí es donde Feijóo lucha contra el crono.

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