martes, 15 de julio de 2025

¿Es España un país racista?

 Torre Pacheco es una localidad murciana de 40 000 habitantes –el 30 % de la población es inmigrante– que en los últimos días vive asediada por grupos de ultraderecha. Armados con bates y machetes, atacan o amenazan a los extranjeros en los barrios donde viven.

En España es cada vez más frecuente toparse con algún tipo de incidente de tintes xenófobos. Los partidos de ultraderecha, además, alientan el odio a los extranjeros, especialmente a los latinos y subsaharianos. Por eso preguntamos a siete expertos si España es un país racista y esto es lo que nos han contestado:


Gloria Fernández-Pacheco Alises, profesora en Criminología y coordinadora del Grupo de investigación sobre Migraciones. Universidad Loyola Andalucía.

En los últimos tiempos se han publicado noticias sobre estudios de opinión que sitúan la inmigración como una de las primeras preocupaciones de la ciudadanía en España. Ante ello surge la cuestión sobre si es racista tener prejuicios si estamos protegiendo nuestra seguridad.

Estas preocupaciones sociales han sido alimentadas por discursos políticos que esgrimen argumentos basados en la “infantilización”, la “despersonalización” y la “ridiculización” de la inmigración.

Nos hablan de menores migrantes no acompañados como colectivo peligroso al que imputarle delitos de toda índole. Atribuyen gastos desorbitados a los sistemas de protección social de menores en riesgo de exclusión en detrimento de las pensiones de nuestras abuelas. Frivolizan sobre expulsiones masivas de personas que llevan meses o años trabajando en España en la agricultura o el empleo doméstico.

Nuestra misión es compartir el conocimiento y enriquecer el debate.

Todos estos discursos contribuyen a generar un imaginario colectivo basado en estereotipos sociales que genera racismo estructural y debates sociales muy peligrosos. A través de etiquetas negativas que relacionan delincuencia e inmigración, se construyen identidades marginadas y sociedades violentas.

Este fenómeno ya fue estudiado por las denominadas teorías del etiquetado, que hablan de una reacción social basada en etiquetas. A través de la criminalización se genera marginalidad y delincuencia entre los colectivos etiquetados. Por el otro lado, se construyen sociedades deshumanizadas e inseguras.


Raúl Martínez Corcuera. Profesor de Comunicación. Investigador sobre el discurso del odio –racismo, sexismo, LGTBIfobia– en medios de comunicación, el deporte o la publicidad. Universitat de Vic - Universitat Central de Catalunya.

En España existe un racismo estructural contra personas migrantes y racializadas que confirmaría esta afirmación. Racismo institucional de una ley de extranjería que las lleva a vivir en situación irregular y limita sus derechos de participación política.

Existe el control policial selectivo por fenotipo y partidos políticos que asumen discursos y programas de ultraderecha legitimando actitudes xenófobas. Hay antigitanismo e islamofobia.

Se ha normalizado la discriminación y explotación laboral, agravada por el desconocimiento de los propios derechos y/o la dificultad para hacerlos respetar o el rechazo en el acceso a la vivienda por propietarios que niegan el alquiler a personas migrantes o racializadas.

Son múltiples las denuncias por discriminación en servicios públicos de salud y educación, limitando el acceso a una atención justa y respetuosa.

La presencia de inmigrantes y personas racializadas es residual en espacios de liderazgo político o social, pero son habituales insultos y violencia racista en los espacios públicos. Sufren una criminalización mediática que les culpa de la delincuencia y los conflictos públicos. Se normaliza una miserable estigmatización y deshumanización de niños y adolescentes llegados a España sin familia y en máxima vulnerabilidad.


Ana Alba Catoira, profesora de Derecho Constitucional. Universidade da Coruña.

El racismo es un fenómeno que está en todas las sociedades y que se convierte en muchas ocasiones en algo sutil o inconsciente presente en todas las estructuras. De hecho, ¿cuántas personas se reconocen como racistas? o ¿cuántas identifican comportamientos muy normalizados como racistas y discriminatorios?.

España es el cuarto país menos racista de la Unión según un informe de 2023 realizado por la Agencia de los Derechos Fundamentales, muy por debajo de Austria, Alemania, Finlandia, Dinamarca, Luxemburgo, Bélgica, Irlanda, Italia o Francia.

No obstante, sí somos un país racista, por lo que no debemos restar importancia a este problema. El racismo es en sí mismo ignorancia, por eso necesitamos sensibilización y educación de toda la sociedad en igualdad y diversidad con políticas públicas comprometidas y con la colaboración responsable de todos los sectores. Debemos construir entre todos y todas una sociedad más justa e igualitaria donde se respete la dignidad de todos los seres humanos.


Antonio Miguel Nogués Pedregal. Catedrático de Antropología Social. Universidad Miguel Hernández.

Imposible responder con un sí o un no a la pregunta. España es desde hace décadas una realidad social, cultural y económicamente muy heterogénea. Son muchos los ejes que la atraviesan y de muchos tipos las prácticas sociales que la conforman. No podemos hablar de una sola España o, si se prefiere, de una única forma de habitar este territorio que llamamos España.

Cada persona y cada grupo sociocultural que convive aquí se construye una imagen de los otros que enfatiza, sobre todo, aquellas características con las que quiere y cree distinguirse de esas otras personas o grupos.

En este sentido, considero que la dimensión económica, por aporofobia (fobia a los pobres) y clasismo, es la que más condiciona las relaciones y prácticas sociales entre individuos, independientemente de su origen étnico. La dimensión estética, llena de estereotipos y fenotipos, es la que condiciona la visión del otro agrupado y anónimo. Baste recordar las diferencias en las acogidas a ucranianos o a subsaharianos y su dispar representación en los medios.


Juan Carlos Jiménez Redondo. Catedrático de Historia del Pensamiento y Movimientos Sociales. Universidad CEU San Pablo.

Mantener que España es un país racista es tan absurdo como sostener lo contrario. Hay españoles racistas como hay racistas en Francia, Italia, Portugal o Reino Unido. Las democracias han desarrollado normas radicalmente contrarias al racismo, pero no han podido extirpar grupos con fuertes inclinaciones racistas. Muchos de ellos anidan en ámbitos de amplia trascendencia pública como el deporte, y muy especialmente el fútbol, porque es un entorno que deja salir lo peor del hombre-masa.

Igual sucede en las redes sociales, en las que el anonimato deja aparecer a todos esos grotescos incivilizados que dan rienda suelta a sus locuras racistas y de odio contra todo y contra todos, amparados en una supuesta impunidad.

España es un país tan racista o tan poco racista como otros. Lo que sí concentra es una amplia masa de peligrosos ultras, odiadores y toda esa calaña de violentos que pueblan el país.


Lucas Andrés Pérez Martín. Profesor de Derecho Internacional Privado. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

Esta pregunta no es posible contestarla con un sí o un no. Desde la visión de un jurista que investiga en el ámbito de las migraciones y los derechos humanos, y sin un sustrato científico estadístico, en España descubrimos dos perfiles esenciales. El primero, el de una gran parte de la población que en absoluto es racista. No diferencia a las personas por su raza, el color de la piel o por la religión que profesen, e incluso acogen activamente a los migrantes. Sin embargo, hay otra parte de la población que sí lo es, que tiene claros prejuicios con las personas que llegan de otros lugares por su religión, color de piel y origen y no duda en difundir noticias absolutamente falsas sobre estas personas.

Por desgracia, esta parte de la opinión está marcando y ganando el debate político con discursos de odio y provocando confusión en la población que inicialmente no tenía prejuicio racista alguno.


Berta Álvarez-Miranda Navarro. Profesora titular de Sociología, especializada en Sociología de las Migraciones. Universidad Complutense de Madrid.

España participa de la tendencia general en Europa a centrar el debate público en la categoría religiosa “musulmanes” como principal criterio de alteridad, y no tanto en categorías raciales. Ambas formas de distinción, de raza y religión, se superponen para señalar como “otro” o “extraño” sobre todo al que proviene del norte de África, particularmente de Marruecos.

Se renueva así una desconfianza muy arraigada históricamente, que se ha reflejado a lo largo de los años en las encuestas de opinión y en estudios sociológicos muy variados que coinciden en que este grupo es el percibido como más ajeno. Un grupo que se denomina cada vez más frecuentemente por su religión, aunque la categoría “musulmanes” no ha alcanzado en el debate público español el grado de cristalización de otros países como Francia o Gran Bretaña, ni ha sido objeto de una polarización política tan marcada.

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