Diez lecciones 'marcianas'…
1. Hospitalidad hacia el extranjero. El viajero terrícola no avisó de su llegada, pero aun así los marcianos lo reciben con atención, dedican su tiempo a enseñarle el planeta para que no se sienta perdido, se acoplan al desconocido pese a los eventuales contratiempos que les pueda ocasionar. Una lección que, en la Tierra, puede aplicarse al tratamiento de la inmigración, sobre todo cuando (también) llega de improviso.
2. Protección de los servicios públicos. Sin emplear una terminología burocrática, la filosofía de vida de la población autóctona se fundamenta en la máxima “Cada marciano es responsable de todos los marcianos”, una idea que recuerda al reparto igualitario de las tareas menos gratas que plantea asimismo Ursula K. Le Guin, además de remitir a la recaudación de impuestos para garantizar las necesidades básicas de todos.
3. Compromiso activo. “Mientras estuve allí […], nunca vi que un marciano se encogiera de hombros”, dice el narrador. No basta con tener buenas intenciones: hay que pasar a la acción cuando es necesario, sea para ayudar a otro o para rebelarse (o ambos, porque de hecho suelen ir de la mano). Promueve los vínculos, el fortalecimiento de la comunidad frente al individualismo egoísta.
4. Pacifismo. En Marte “no hay guerras. Nunca las ha habido”. Los conflictos se pueden resolver de otra manera; o, también puede ser, no se generan tantas tensiones porque la población, 'toda' la población, vive en igualdad de oportunidades, sin ansias de poder. Es probable que peque de idealismo –ya no por rechazar un conflicto armado, sino porque parece negar cualquier tipo de desavenencia–, pero esto lleva al siguiente punto, muy pertinente.
5. Contra el determinismo biológico. Los marcianos ni siquiera saben lo que es la guerra, no entienden al forastero cuando se lo explica. Esto refuta el determinismo que justifica muchas atribuciones de la sociedad con falsos fundamentos “biológicos”; el ser humano no nace sabiendo guerrear, ni es propenso a la violencia. No tiene por qué ser “un lobo para el hombre” si no se lo enseñan. Lo mismo vale para las creencias infundadas sobre las mujeres, las etnias minoritarias y demás colectivos que han sufrido muchas injusticias a lo largo de la historia.
6. Sin desigualdades geográficas. “Lo que más me desconcertó”, confiesa el viajero, “fue no saber qué era campo y qué era ciudad”. De entrada, esto puede transmitir una imagen lúgubre y tristemente uniforme de Marte; ahora bien, si vamos más allá del mapa físico, hay una lectura política interesante: nadie es más que otro por vivir en una zona determinada, el transporte llega a todas las áreas, cualquier lugar, por remoto que sea, dispone de más que suficiente para vivir. Que no haya distinción entre campo y ciudad hay que entenderlo en términos de servicios, de oportunidades.
7. Contra el utilitarismo. “Al final, ya no me sorprendía ver un gran hospital o un gran museo o una gran universidad […] en lugares para mí inesperados”. Para los marcianos, invertir en educación, sanidad y cultura no es ningún despilfarro: no solo aseguran que todos los ciudadanos puedan acceder a ellos, sino que procuran, por ejemplo, que haya suficientes profesores en todos los centros, aunque exista poca demanda de una carrera.
8. Defensa de la educación humanista. Derivado de lo anterior, se entrevé una defensa implícita de aquellos estudios ninguneados en esta era capitalista: el arte, la literatura, los clásicos grecolatinos, la filosofía, la historia… Todo lo que integra las humanidades, es decir, lo que nutre el pensamiento crítico y promueve la creatividad. En Marte, la formación del alumno en esta dirección se prioriza a cualquier enseñanza técnica orientada solo al beneficio material e inmediato.
9. Contra la colonización (espacial). Puede parecer una descortesía, pero los marcianos no pretenden devolver la visita del terrícola. No es desprecio ni desinterés, tan solo que antes de nada deben ocuparse de sus asuntos. Dicho de otro modo: antes de fantasear con viajes intergalácticos, más vale conocerse a uno mismo, conocer su propio entorno y solucionar los problemas de sus semejantes. Trabajemos por mejorar lo que tenemos en lugar de soñar con un crecimiento desaforado.
10. Búsqueda incansable. En Marte falta algo, y a sus habitantes les pesa; después de todo, no es un planeta ideal. Así sucede con todo: el mundo, la vida, nosotros, nada ni nadie es perfecto, no existe la “compleción”. Con todo, los marcianos no se resignan: su curiosidad insaciable los empuja a tomar cada carencia como un estímulo para no dejar de investigar, de aprender, de buscar alternativas. Y quizá esa sea la mejor expresión de estar vivo.
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