Normalmente no suelo coincidir con sus opiniones. Me parecen expresadas desde un punto de vista diametralmente opuesto al mío. Es decir, me parecen muy de derechas. Pero he de reconocer que tiene mucha razón cuando escribe en La Vanguardia esto que copio a continuación
No os equivoquéis, socialistas: vuestro conflicto no está en decidir entre Rubalcaba y Chacón. Vuestro drama es que hubo elecciones autonómicas, y fuisteis borrados del mapa. Queda Andalucía pendiente de un soplo y el País Vasco, pendiente de un resbalón ante el PP. Y hubo municipales, y os quitaron el gobierno de casi todas las ciudades, hasta el punto de dejaros en un partido casi ruralista. Y hubo las generales, y las crónicas dejan este duro testimonio: la más severa derrota de la democracia. Y cuando hay rechazo para los gobiernos locales, autonómicos y el estatal, es que fallan las bases sobre las que se asienta un partido: el ideario, el liderazgo, la atracción y la base social.
Ese análisis, esa catarsis, es lo que debiera comenzar en el comité federal que hoy se reúne en Madrid. ¿Pero cómo llegan los dirigentes socialistas a esa reunión? Llegan obsesionados por el ambiente creado en los medios: la magia del poder, el personalismo de la política española. Parece que todo el problema del histórico PSOE se reduce a saber quién lo debe dirigir tras la marcha de Zapatero. Hay un auténtico festival de declaraciones sobre Alfredo Pérez Rubalcaba; movimientos reales o inventados en torno a Carme Chacón; iniciativas de crear una gestora y todas las ocurrencias que las crisis inspiran y las derrotas aceleran.
Si ese es el debate que quieren los responsables socialistas, quizá sean útiles algunas reflexiones. La primera, para quienes piensan como Rodríguez Ibarra: que Zapatero debe marcharse hoy mismo de la secretaría general como un apestado. Pues mire: lo mejor que hizo el PSOE después de las elecciones ha sido que no dimitiera nadie. En su día Joaquín Almunia no esperó ni cinco minutos y presentó su dimisión. Un gesto honorable que convirtió una derrota en un desastre que dejó al partido desnortado y en crisis permanente hasta que llegó Zapatero. Si ahora hubieran hecho lo mismo, sólo se vería el brillo de los cuchillos.
Y la segunda: no reduzcan este comité ni el congreso a decidir sobre Rubalcaba o Chacón o cualquiera que se quiera presentar. Lo que deben examinar es por qué razón la única aspirante joven es la ministra de Defensa; por qué no hay candidatos posibles de menos de 50 años; por qué después de ocho años de gobierno no ha emergido ninguna otra personalidad socialista a la que se pueda suponer capacidad de dirección, y por qué habiendo tenido miles de cargos en todas las administraciones no ha salido de ellos ningún líder natural joven que pueda renovar al menos la cara del partido.
Mi diagnóstico es doble. Por una parte, parece evidente que no los han dejado destacar. El culto a la personalidad del líder y el miedo a practicar la discrepancia han impedido que se desarrolle el talento que hay dentro del socialismo. Por otra, a la ideología socialdemócrata le ha faltado encanto para atraer a las jóvenes generaciones, a los ejecutivos brillantes y todo lo que signifique renovación. Y sin eso, no hay futuro. Por ahí, por tanto, tendrían que empezar.
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