El grito de una abuela: justicia en París por los niños muertos en Gaza
Jacqueline Rivault, una mujer de 71 años que ha perdido a sus nietos en Gaza, ha puesto en marcha una iniciativa que ningún gobierno se ha atrevido a emprender todavía y que ella ha llevado la práctica al denunciar por genocidio al Estado de Israel.
En un mundo donde las grandes potencias se arman de excusas y retórica para justificar el horror, donde los gobiernos que se dicen democráticos callan ante crímenes evidentes, una mujer de 71 años, sin más poder que su dolor, ha decidido hablar. Y hablar muy alto.
Se llama Jacqueline Rivault, es francesa, es abuela… y ha denunciado por crímenes de guerra y genocidio al Estado de Israel, tras la muerte de dos de sus nietos en un bombardeo en Gaza.
En octubre de 2023, una bomba israelí cayó sobre una vivienda familiar en la Franja de Gaza donde vivían los tres nietos de Jacqueline, todos ellos de nacionalidad francesa. Janna de 6 años, y Abderrahim de 9 murieron como consecuencia de un bombardeo cuando dormían plácidamente en su habitación mientras su hermano mayor sobrevivía, aunque quedando gravemente herido. Los niños no estaban en una base ni eran escudos humanos sino solo tres pequeños con toda su vida durmiendo en su cama como cada noche.
Jacqueline, en lugar de sumirse en la resignación, ha puesto en marcha lo que ningún líder mundial ha osado aun hacer, es decir, acudir a la justicia internacional en busca de responsabilidades y de un castigo a los asesinos de sus nietos. La valiente abuela interpuso una denuncia contra el Estado de Israel por el asesinato de Janna y Abderrahin, y ha hecho presente esta querella ante un tribunal de París a inicios de junio de 2025. Fue el pasado 6 de junio cuando salió la noticia a la luz pública al ser publicada por diversos medios —como France24 y Le Monde— dejando constancia de que la denuncia ya había sido formalmente interpuesta en la sección especializada en crímenes contra la humanidad del Tribunal de Primera Instancia de París, amparándose en la jurisdicción universal que permite perseguir crímenes de guerra cuando las víctimas son están nacionalizadas en el país.
La Fiscalía de París ha admitido el caso, que podría convertirse en un precedente incómodo para muchas cancillerías occidentales, porque mientras Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea mantienen alianzas con Israel, siguen vendiendo armas y bloquean resoluciones de la ONU, una mujer sola ha decidido exigir responsabilidades y ha demostrado que la verdadera democracia no es la que se proclama en los parlamentos sino la que se ejerce cuando el poder falla.
Gaza: ¿zona de guerra o campo de exterminio?
Desde octubre de 2023, más de 35.000 personas han muerto en Gaza, la mayoría civiles, incluidos miles de niños. Los hospitales han sido arrasados, las escuelas bombardeadas, el acceso a la comida y al agua cortado. La comunidad internacional mira hacia otro lado. Occidente calla. Algunos incluso aplauden, pero Jacqueline Rivault ha levantado la voz, no desde un gobierno, no desde una organización internacional, no en nombre de una ideología, sino sólo en nombre de sus nietos, en nombre del sentido común y en nombre de todos los niños que jamás deberían morir bajo una bomba.
El gesto de esta abuela francesa, mucho más que una denuncia es un símbolo. Un acto de dignidad en tiempos de cobardía institucional. Una grieta en el muro de la impunidad. Una bofetada moral a quienes se llenan la boca de valores democráticos mientras permiten que un pueblo sea aniquilado.
Quizá esta denuncia no detenga las bombas, pero pasará a la historia, no como una nota al pie, sino como la prueba de que no fueron los gobiernos quienes intentaron frenar el genocidio, sino una abuela sola, con sus manos vacías y su corazón roto. Y es que, cuando los estados fallan, la justicia la empiezan los ciudadanos.
El duelo no le ha cerrado la boca a Jacqueline sino valientemente se la ha abierto
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