viernes, 10 de octubre de 2014

Patrimonio de la Humanidad. Por Julio Malo.


En el salón de la Asociación de la Prensa de Cádiz se debatió de nuevo acerca de la calificación de Patrimonio de la Humanidad para la ciudad amurallada de Cádiz. Es éste un sello que otorga la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y su objeto es preservar el patrimonio cultural del género humano. Supone un acuerdo entre el conjunto de los Estados y quienes gestionan cada bien para conservarlo en su cualidad de patrimonio de todos. Son precisas dos condiciones: la solicitud que implica un compromiso, y el reconocimiento de la calidad del bien. Lo segundo no admite dudas. Muchas ciudades están catalogadas por mantener un recinto amurallado construido al modo de Cádiz por ingenieros militares formados acá: Cartagena de Indias, San Juan de Puerto Rico, La Habana y Panamá, entre otras muchas que además no conservan más que una parte muy reducida de la herencia gaditana. Más aún, se trata no sólo de la ciudad más antigua del occidente europeo y centro de todas las rutas comerciales marítimas desde la antigüedad hasta el siglo XIX, sino que gracias a la geografía conserva su centro antiguo, caso sólo equiparable a Venecia y Manhattan.
El problema pues no radica en la calidad del bien sino en el compromiso que debe ofrecerse, y en eso anda un grupo de entrañables sabios a quienes tuvimos la ocasión de escuchar el lunes pasado, los miembros del Foro Cádiz 2012.  Me unen lazos de amistad y admiración con alguno de ellos y colaboro cuando puedo ser útil.  En especial me refiero a Manolo Paredes, casi un hermano mayor cuando ambos coincidimos en la Politécnica madrileña, también a Miguel Ángel García Agulló y a Joaquín Fernández; estos tres cronopios explicaron las parcelas que cada cual trabaja: arquitectura y urbanismo; rutas comerciales que surcaban los mundos para trasegar aquí con la plata y el oro americanos y dejar algún marinero borracho; aconteceres científicos derivados de su papel como encrucijada cultural. Antes y después comenté con los amigos el desinterés de una ciudad que prefiere dejarse llevar, tal vez porque realmente se trata de un barco de piedra, según la conocida metáfora de María Teresa León.

No hay comentarios:

Publicar un comentario