Tradicionalmente, los jubilados y mayores han sido sectores de población poco activos políticamente, por lógicas razones de edad, salud y perspectivas vitales. Los jubilados, en este sentido, suelen vivir con cierta tranquilidad los últimos años de su vida, incluso en aquellos países en los que la cuantía de sus pensiones es un tanto parca, como es el caso de España.
De hecho, en España la insuficiencia de las inversiones en gastos sociales, en general, y en pensiones de jubilación, en particular, da lugar a que las tasas de pobreza en los hogares de personas de más de 65 años sea prácticamente el doble que la media de población, llegando a afectar a casi el 40% de estos hogares. Así, en la curva de pobreza en España se hace notar la mayor incidencia de las situaciones carenciales en los menores (familias numerosas y monoparentales) y en los mayores (Vid. gráfico 1).
A partir de estos hechos, resultan muy significativos los movimientos de solidaridad y de protesta que están surgiendo entre determinados sectores de mayores, que en ocasiones no dudan en protagonizar iniciativas llamativas de movilización y protesta en apoyo a las reivindicaciones de los jóvenes del Movimiento 15-M y similares. La propia forma en la que se autocalifican algunos de estos mayores –“yayoflautas”- resulta bastante expresiva de la manera en la que entienden su situación y su actitud solidaria con aquellos jóvenes críticos y poco convencionales que suelen ser calificados de manera peyorativa.
Bastantes personas de las generaciones jubiladas y de las que ahora están llegando a la jubilación participaron en su día en los movimientos vecinales, sindicales y políticos que intensificaron su activismo en los años finales del franquismo y en los inicios de la Transición Democrática. Muchos de ellos vieron reconocidos derechos y oportunidades que no tuvieron otras generaciones anteriores, y ahora tienen pensiones, que aunque están entre las más bajas de Europa y están sometidas a congelación, al menos constituyen un ingreso seguro. Lo cual, en el actual contexto de paro y precarización, es un valor importante. De ahí que, proporcionalmente, en los dos últimos años –aun sin subir sus ingresos- muchos jubilados se encuentren comparativamente en una situación mejor, e incluso dispuestos a ayudar a otros miembros de su familia que están en paro y/o en situaciones límite.
A partir de esta situación, se entiende que la pasividad y atonía política y social que suele acompañar a la vejez, en estos momentos se esté trocando en una mayor disposición a la movilización política y social, hasta el punto, por ejemplo, que en España casi el 30% de la población mayor de 60 años manifiesta que están muy de acuerdo o bastante de acuerdo con las reivindicaciones y propuestas del Movimiento 15-M. Acuerdo que, lógicamente, es mucho mayor comparativamente entre los menores de 30 años (en torno al 55%) (Vid. gráfico 2).
Tales hechos y tendencias evidencian que los problemas de exclusión social, precarización laboral y de desafección-frustración política que se están intensificando en sociedades como la española tienen un fuerte componente de transversalidad sociológica y cultural. Es decir, no son solo movimientos de los jóvenes, o de los que están más excluidos, sino que abarcan de facto a otros sectores que se sienten solidarios. O lo que es lo mismo, son movimientos que conciernen a familias enteras, incluyendo padres y abuelos. El hecho de que estos últimos tengan más tiempo para idear, preparar y practicar acciones de protesta llamativas, plausiblemente tenderá a darles más visibilidad pública y, por lo tanto, contribuirá a transmitir la imagen de que estamos ante movimientos socio-políticos transversales y de mayor alcance, que no cuestionan solo un aspecto concreto y coyuntural de la problemática social, sino que apuntan hacia asuntos más generales y más de fondo.
A partir de estos hechos, resultan muy significativos los movimientos de solidaridad y de protesta que están surgiendo entre determinados sectores de mayores, que en ocasiones no dudan en protagonizar iniciativas llamativas de movilización y protesta en apoyo a las reivindicaciones de los jóvenes del Movimiento 15-M y similares. La propia forma en la que se autocalifican algunos de estos mayores –“yayoflautas”- resulta bastante expresiva de la manera en la que entienden su situación y su actitud solidaria con aquellos jóvenes críticos y poco convencionales que suelen ser calificados de manera peyorativa.
Bastantes personas de las generaciones jubiladas y de las que ahora están llegando a la jubilación participaron en su día en los movimientos vecinales, sindicales y políticos que intensificaron su activismo en los años finales del franquismo y en los inicios de la Transición Democrática. Muchos de ellos vieron reconocidos derechos y oportunidades que no tuvieron otras generaciones anteriores, y ahora tienen pensiones, que aunque están entre las más bajas de Europa y están sometidas a congelación, al menos constituyen un ingreso seguro. Lo cual, en el actual contexto de paro y precarización, es un valor importante. De ahí que, proporcionalmente, en los dos últimos años –aun sin subir sus ingresos- muchos jubilados se encuentren comparativamente en una situación mejor, e incluso dispuestos a ayudar a otros miembros de su familia que están en paro y/o en situaciones límite.
A partir de esta situación, se entiende que la pasividad y atonía política y social que suele acompañar a la vejez, en estos momentos se esté trocando en una mayor disposición a la movilización política y social, hasta el punto, por ejemplo, que en España casi el 30% de la población mayor de 60 años manifiesta que están muy de acuerdo o bastante de acuerdo con las reivindicaciones y propuestas del Movimiento 15-M. Acuerdo que, lógicamente, es mucho mayor comparativamente entre los menores de 30 años (en torno al 55%) (Vid. gráfico 2).
Tales hechos y tendencias evidencian que los problemas de exclusión social, precarización laboral y de desafección-frustración política que se están intensificando en sociedades como la española tienen un fuerte componente de transversalidad sociológica y cultural. Es decir, no son solo movimientos de los jóvenes, o de los que están más excluidos, sino que abarcan de facto a otros sectores que se sienten solidarios. O lo que es lo mismo, son movimientos que conciernen a familias enteras, incluyendo padres y abuelos. El hecho de que estos últimos tengan más tiempo para idear, preparar y practicar acciones de protesta llamativas, plausiblemente tenderá a darles más visibilidad pública y, por lo tanto, contribuirá a transmitir la imagen de que estamos ante movimientos socio-políticos transversales y de mayor alcance, que no cuestionan solo un aspecto concreto y coyuntural de la problemática social, sino que apuntan hacia asuntos más generales y más de fondo.
José Félix Tezanos
Publicado en Fundación Sistema
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