Cinco son las leyes fundamentales de la estupidez humana según
expone en su libro Carlo M. Cipolla (1922-2000). Vamos a verlas:
1 La primera de ellas es que «siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo», es decir, que como reza la frase bíblica, stultorum infinitus est numerus. Grande es nuestra sorpresa cuando caemos en la cuenta de que personas que habíamos considerado racionales e inteligentes se revelan como irremediablemente estúpidas.
2 La segunda ley reza: «La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona». El estúpido nace estúpido, por obra y gracia de la Naturaleza, y su proporción es constante en todo grupo humano.
3 Todo ser humano queda enclavado en una de estas cuatro categorías: incautos, inteligentes, malvados y estúpidos. La tercera ley dice que estos últimos son aquellos que causan «un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, incluso obteniendo un perjuicio», algo absolutamente incomprensible para alguien razonable que se resiste a entender cómo puede existir la estupidez.
4 Lo problemático es que la estupidez es muy peligrosa, puesto que a las personas razonables les es complicado entender el comportamiento estúpido. Mientras que podemos comprender el proceder de una persona malvada (que sigue un modelo de racionalidad), no ocurre así con la estúpida, frente a la que estamos completamente desarmados: su conducta es imprevisible y su ataque no se puede anticipar. Además, el estúpido no sabe que lo es. Esto conduce a Cipolla a enunciar la cuarta ley: «Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas».
5 La quinta y última ley indica que «la persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe», pues de su actuar no se sigue una vacua nada, sino un peligroso vacío en el que cabe toda posibilidad.
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«La humanidad se encuentra –y sobre esto el acuerdo es unánime- en un estado deplorable», nos dice Carlo M. Cipolla, uno de los mayores historiadores del siglo XX. Lo cual se debe en buena medida a la abundancia de los estúpidos, la más peligrosa categoría de seres humanos, que nos rodean por todas partes, dispuestos a hacernos daño (y hacérselo a sí mismos).
Todo comenzó como un rasgo de humor, asociado a la crítica del fraude científico en Allegro ma non troppo, hasta que sus lectores descubrieron que estas Leyes fundamentales de la estupidez humana no sólo eran una parodia de ciertas formas de análisis sociológico, sino una reflexión llena de lucidez sobre la realidad de los daños que causa “el poder político, económico o burocrático” puesto en manos de los estúpidos. Leído hoy, cuando somos víctimas de la estupidez, repetidamente denunciada, de las políticas de austeridad, el texto de Cipolla cobra una inquietante actualidad.
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