800.000 millones
Una histeria militarista recorre Europa en las últimas semanas, sin razón ni motivo aparente, puesto que la situación política y militar, tanto en Ucrania como en el resto del continente, es exactamente la misma que hace dos meses o dos años, y hasta ahora nadie hablaba, a nivel europeo, de un rearme masivo. ¿Qué ha cambiado? Solamente una cosa, y tiene nombre propio: Donald Trump. El presidente de EEUU ha conseguido provocar un estado de ánimo belicista en los países europeos con solo dos declaraciones: una sobre la paz en Ucrania, que pretende acordar bilateralmente con Rusia, a espaldas de Europa y del país agredido, y otra demandando a los europeos que asuman más responsabilidad en su defensa, y en consecuencia aumenten su gasto militar, si no quieren que EEUU los abandone
No se puede decir que ninguna de las dos fuera inesperada. Trump ya había dejado clara su posición sobre la guerra en Ucrania: “la terminaré en 24 horas”, y, por otra parte, ningún dirigente europeo es tan ingenuo como para sorprenderse de que la guerra termine con cierta ventaja para Rusia y pérdidas territoriales para Ucrania; estaba claro que los ucranianos no podían ganar esa guerra ni expulsar a los rusos de su territorio. Tampoco es nuevo que Trump exija más gasto militar a sus aliados amenazando con no defenderlos, puesto que ya dijo lo mismo en su primer mandato, y no pasó nada. El caso es que ahora nos sentimos muy amenazados, y nos damos cuenta de repente de que estamos a merced del oso ruso si Washington nos abandona. El resultado: un plan que empieza por 150.000 millones en préstamos europeos –que habrá que devolver– y otros 650.000 que se liberarían en cuatro años dejándolos fuera del límite de déficit, pero que saldrán igualmente de nuestro bolsillo.
Una sola persona, Trump, ha conseguido que la Unión Europea programe un aumento del gasto militar de 800.000 millones en cuatro años, que costará décadas amortizar. Habrá quien diga que la culpa es del presidente ruso, Vladímir Putin, pero lo cierto es que los rusos no han hecho ahora nada diferente de lo que venían haciendo desde hace tres años, que pueda justificar el cambio repentino hacia una drástica respuesta militar europea. Veamos algunos de los parámetros de esta chocante –en todos los sentidos– situación, y sus consecuencias
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