viernes, 27 de enero de 2012

Poco a poco están deteriorando el casco histórico de Cádiz


El casco histórico

FERNANDO SANTIAGO | ACTUALIZADO 27.01.2012 - 07:27

 La principal joya de la ciudad es el centro histórico que nos legaron nuestros antepasados. El clima es maravilloso, la gente encantadora, las fiestas son reconocidas en toda España, las costumbres son originales y divertidas pero lo verdaderamente notable de la ciudad es el Casco Antiguo: el caserío de Cádiz con esos edificios "medio peruanos y medio genoveses" en definición de Pemán. Las torres miradores, el mármol, la caoba de las puertas(si quedan) que como dijo el presidente Rivadavia "huelen a América", el empedrado de algunas calles, la piedra ostionera, los balcones, los cierros, los aljibes, los patios, las monteras, la distribución de los edificios. Todo hace de Cádiz eso que los cursis llaman "un marco incomparable". Recibimos la herencia de una burguesía comercial e ilustrada que a lo largo de los últimos 300 años fue edificando la ciudad, lo que hoy es el centro histórico. Nuestra obligación es preservarlo para las generaciones venideras y convertirlo en una fuente de riqueza para los gaditanos. Por eso duele ver los atropellos que se cometen en la ciudad uno detrás de otros sin que la gente reaccione. La tradicional abulia de los gaditanos hace que a la mayoría le dé igual o , si se quejan, a lo más que llegan es a una copla de carnaval. Los atentados contra el Casco se suceden a una velocidad de vértigo: las pantallas que han puesto en el Palillero y la Alameda, el Pabellón del Casco que más que un equipamiento deportivo parece un búnker de hormigón, el nuevo Hotel Atlántico  que es un artefacto dejado caer en el borde marítimo de la ciudad, el nuevo Teatro Cómico que es otro tiesto en medio de casas dieciochescas, el edificio de apartamentos donde estaba el cine Caleta. Cuando se hizo el edificio nuevo de la Universidad en la calle Ancha y  la Escuela de Hostelería comenzó en Cádiz un debate sobre la nueva arquitectura y lo que llaman el pastiche. Es decir, si se puede poner arquitectura nueva en medio del Casco o hay que repetir el diseño exacto de lo que había como si fuera un decorado. Aquel debate fue de lo más interesante y la conclusión general fue, a mi juicio, que la arquitectura se divide entre buena y mal y que igual que en el caserío histórico mezclan a la perfección edificios neoclásicos y modernistas, se podía poner arquitectura contemporánea siempre que guardara las proporciones, fuera buena y dialogara bien con el entorno. Eso lo cumple, por ejemplo, la casa de Alvaro Siza y el edificio de la Escuela de Hostelería, por citar dos ejemplos. Pero desde hace unos años se comete una atrocidad detrás de otra sin que nadie levante la voz: ni los partidos políticos, ni el Colegio de Arquitectos, ni las asociaciones de vecinos, ni las entidades cívicas(Casino, Ateneo). Un silencio se cierne sobre la ciudad mientras el Casco Antiguo se afea por días, mientras se atropella el conjunto. El difunto Quiñones ya nos advirtió del horrendo edificio del CENTI. No sé qué mijitas del freidor hubiera escrito hoy si hubiera visto los detritus que se han situado en el conjunto histórico, peores que los plásticos que recogía de La Caleta.

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