Mi opinión, mi posición, como disolvente de muchos, aunque no todos, los problemas orgánicos, no es otra que la apuesta por una avalancha de militantes, de democracia, de participación, que renueve el partido socialista.
Siguiendo los estudios de diferentes profesores de Ciencia Política, entre los que quiero destacar a Belén Barreiro et al, las organizaciones tienden a ser lideradas por representantes elitistas que se eligen o cooptan basándose en una supuesta superioridad política o intelectual sobre los representados.
Los socialistas, emanado de nuestro acervo, defendemos que los representantes y los representados, mandatarios y ciudadanos, dirigentes y militantes, han de ser iguales: ciudadanos. Sólo entre iguales pueden alcanzarse las decisiones que emanan de la colectividad.
La pregunta que se hacen Ignacio Urquizu y otros autores es si, tras veinte años de desarrollo los ciudadanos de España están mucho mejor preparados, paradójicamente, sin embargo, ¿se ha producido una mejoría en la calidad de nuestros dirigentes?
En Economía llamamos selección adversa cuando los peores son los únicos que se ofrecen para ser administradores. Diversos autores (Sandra León, María Fernández), suelen poner ejemplos tales como las agencias matrimoniales: los solteros menos atractivos son los que suelen demandar sus servicios.
Así, sin apartarme ni una línea de estos y otros autores, en las organizaciones políticas, atención, emergen dos tipos de grupos: los profesionales dedicados a la vida interna y los externos o aquellos cuya actividad profesional es ajena a la organización y, por lo tanto, están tasados por el mérito y la capacidad, el mercado o la oposición.
Los profesionales ven en los externos una seria amenaza que reducen creando barreras de entrada, información asimétrica y estructuras políticas adversas, que impiden la llegada por ósmosis de estos. La beligerancia de los profesionales es suficientemente agresiva y proporcional a su dificultad de volver a una profesión que habían abandonado o simplemente no tienen.
Los externos, por contra, ven poco atractiva la participación política y, en mayor medida, costosa en términos personales dadas las condiciones, estructuras y barreras impuestas por los profesionales. Estos, menos valiosos, por tanto, se hacen con el control de la organización, ocupan los puestos decisivos y el gobierno institucional.
El disolvente es la democracia. La participación de todos, con censos abiertos. El sufragio rompe en gran medida las endogamias, destruye las barreras de entrada y favorece la llegada de los mejores. La participación absoluta y abierta de los militantes en los procesos de elección de sus dirigentes, y, sobre todo, el voto de los ciudadanos -primarias abiertas-, en la selección de los candidatos, pone a los profesionales contra la pared, a los idóneos en los puestos adecuados, refuerza los liderazgos, fortalece el mecanismo de afloramiento de ideas y convierte a una organización bonapartista en un partido democrático dispuesto para el gobierno.
(Publicado en Diario progresista)
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