sábado, 6 de agosto de 2011

Elogio del botijo. Los botijos de mi tierra


Recuerdo aquellos años de mi niñez en los que pasaba mis veranos en el pueblo en casa de los abuelos. Entonces las neveras más bien brillaban por su ausencia, y mis antepasados se las apañaban para conservar los alimentos de la misma manera que se había hecho durante generaciones. Me llamaba la atención que el queso fresco de cabra estuviese dentro de una especie de jaula, que en realidad era la fresquera, y esta estuviese escondida bajo el hueco de la escalera. Y el agua fresquita del botijo y de la botija… parece que aún me está quitando la sed.
El botijo (y la botija que es igual pero sin pitorro) resulta que es una máquina perfecta de enfriar. Es un objeto sencillo, duradero, sin mantenimiento y que no gasta electricidad. No vamos a decir que el frigorífico no es un gran invento, pero también es cierto que para enfriar agua podemos utilizar el botijo y así reducir el consumo de nuestra nevera. Total, que el botijo resulta ser algo tanecológico como antiguo. Y por si esto fuese poco también ocurre que, no se por que extraño motivo, el sabor del agua del botijo resulta más agradble que el de la botella que se ha enfriado en el frigorífico
Pero… ¿como enfria un botijo su contenido? el agua se filtra por los poros de la arcilla con la que está hecho el botijo y, en contacto con un ambiente exterior seco, se evapora produciendo un enfriamiento. La clave de dicho enfriamiento está en la evaporación del agua exudada ya que esta necesita energía, en forma de calor, para pasar al estado gaseoso. Calor que toma del agua que hay en el interior haciendo que esta baje su temperatura.
Botijo: gracias por refrescar nuestros días de calor.

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