jueves, 5 de mayo de 2011

Retóricas de la impotencia ( o los mantra de la izquierda melancólica)

Siguiendo la estela de Hirschman  y en anteriores artículos hemos  descrito los lugares comunes que el pensamiento conservador utiliza  como  mantras ideológicos. Pero el alargado brazo de la retórica también llega hasta las estancadas aguas de la izquierda. Si la clave mecánica de la retórica conservadora reside en la reacción frente a la posibilidad del cambio y el progreso; la esencia de la mecánica izquierdista no es menos reaccionaria, y está gobernada por la impotencia. Miremos, con la ternura de la ironía, alguno de estos mantras de la impotencia y el victimismo.
“Ni me cambio de  camisa, ni  me bajo los pantalones”  (retórica de lo insalubre). Un buen militante de izquierdas debería ser un individuo de muy dudoso  aseo personal, pues jamás debe ni “cambiarse de chaqueta”, ni “bajarse los pantalones”. ¿Se imaginan cual debe ser el estado sanitario de  alguien que nunca se baja los pantalones ni se cambia de chaqueta”?. Cambiar, adaptarse, ceder o pactar es  sinónimo de  traición, de abandono  interesado  de los ideales. Para la izquierda  melancólica  todo el que no es un guarro es un  traidor. 
Siempre he pensado lo mismo” (retórica de la inmovilidad). La persistencia y coherencia incluso en ellerror, o mejor dicho, especialmente en el error; es una cualidad moral para esta  izquierda. El  hecho de que alguien  hay dicho una estupidez (o una canallada) con veinte años, y siga diciendo lo mismo  con sesenta; es una virtud moral. Una persona pude ser descalificad  si se logra demostrar que   decía cosas contradictorias en momentos y circunstancias distintas. Esta izquierda ha  desterrado la dimensión modal ( espacio-temporal) de la contradicción. La inmovilidad, la  intransigencia son los valores que subyacen a esta retórica ¿Hay algo más conservador y reaccionario? No se trata de que todo cambio sea  en si mismo  elogiable, no. Pero lo que lo que la izquierda amargada nos dice es, por el contrario, todo cambio es rechazable.
“Yo no me  vendo, nunca”.(retórica de la integralidad). Pero hombre ¿a usted  quién lo va a querer comprar?.Se le podría responder a muchos de los que con presunción, claramente inmoral, proclaman su integridad. En este  asunto hay que entender por integralidad algo equivalente a rigidez.  La incapacidad  para entender la complejidad y el dinamismo de lo real, para percibir lo nuevo, para oír todo que no sea  el runrún del circulo interno; conduce  a esta especie de cataplexia ideológica, donde el acuerdo y el pacto es visto como una  sucia operación mercantil.
Y es que  si algo odia la izquierda melancólica eso son los “negocios”. Como si el “negocio” (el “contrato” en términos jurídico y político) no fuera la forma más frecuente de relación social entre hombres y mujeres libres. Confundir contrato y capitalismo es como confundir las uvas con el alcoholismo.
“Vamos para atrás, cada vez estamos peor”. (retórica de la negatividad). Cualquier análisis  pesimista y negativo tiene mil veces más credibilidad, que el más riguroso de los pronósticos positivos. Es curioso el enorme prestigio que tienen las malas noticias para la izquierda. En ese “ir a peor”, lo que en realidad  se nos dice es que la gente ha ido “tan a mejor” que ya no tiene motivos para rebelarse (el aburguesamiento de la clase obrera) contra el “no ir a peor”. Esto es como si  los médicos se quejaran de que los individuos han mejorado tanto su salud que ya no tienen motivos para ir al médico. Incapaces de ver el enorme éxito de la izquierda que supone ese aburguesamiento, adoptan la estúpida posición corporativistas del que “pierde la clientela”. Más o menos como la iglesia y su necesidad de que haya pobres. Por eso los peores de esta “izquierda melancólica” son “los curas rojos”, aquellos  en donde el mesianismo irracional de la religión se une la irracionalidad mesiánica  de una izquierda que ya sólo es pura moralina y jeremiada.
“Los ricos  son cada vez más ricos y los pobres cada vez mas  pobres”. (retórica miserable). Si  esta supuesta fotografía social fuera cierta, (se dice desde  hace dos siglos, por lo menos), ambas clases (ricos y pobres) deberían ya de haber desparecido.  Unos por inanición y los otros por sobrepeso.  Pero lo cierto es que esto no ha sido así, sino que ha sido exactamente lo contrario: la humanidad no  ha dejado de crecer (en estos últimos doscientos años). Durante el siglo XX han vivido más individuos humanos  que en todo los  150.000 años anteriores. El consumo de materia y energía tampoco  ha dejado de crecer y es curiosamente el hecho de que durante el siglo XXI más de 400 millones de personas hayan abandonado la pobreza, lo que está en la base de la crisis malthusiana actual. Esto no significa que los pobres sean los culpables de la crisis sino que el modelo  actual no soporta un mínimo de universalización del bienestar  occidental.  Esta izquierda confunde desigualdad y   pobreza, pues es la desigualdad, que no la pobreza, la que no ha dejado de crecer. Por eso  esta izquierda melancólica tiene tantas dificultades para  entender   las luchas por la igualdad (feminismo) o las luchas contra el crecimiento (ecologismo).
“El sistema lo asume todo”. (retorica del fracaso) Si algo tiene éxito deja de ser interesante y revolucionario. Por el contrario cualquier fracaso es sinónimo de autenticidad. Si de  partida  somos muchos, mal  empezamos. Si finalmente conseguimos la mayoría; ¿qué hemos hecho mal?.  Si por un concepto tiene éxito comunicativo, véase ,por ejemplo “ecología” o “sostenibilidad”, ya hay que cambiarlo, no vale; habrá entonces que hablar  de “sustentatibilidad” o de otras “palabrutas” más oscuras. La estrategia de comunicación de esta izquierda recuerda lo que dicen que hacia Eugenio D´Ors cuando daba a  leer, en voz  alta,  los  artículos recién escritos  a su secretaria. Si esta los entendía  perfectamente, el autor catalán volvía a rescribir el artículo, al grito de: “¡oscurezcámoslo, oscurezcámoslo¡”.
Esta huída permanente del éxito en la comunicación se basa en una imagen fantasmagórica y diabólica de un monstruo ignoto al que llaman “el sistema”. ¿Qué es “el sistema”? No me lo pregunten. Baste decir como ejemplo que  para un conspicuo militante  de la izquierda melancólica granadina preguntado a donde se habían marchado un grupo de objetores de conciencia, insumisos,  y antimilitaristas del comité  Anti-Otan. después de una reunión, respondió “están cogidos por el sistema , se han ido a tomar cervezas”. El “sistema” va pues desde la General Motors y  la CIA hasta  la cruzcampo , el regaliz Don Pepe y el gusto por el parchis y la Nintendo. Para evitar que ese “sistema” que todo lo puede nos  capture lo mejor es no tener éxito, ser pocos, que nadie nos entienda (a ser posible ni nosotros mismos).
“Todo está manipulado”.(retórica  de  la conspiración). Nada es lo que parece. Bien, de acuerdo, eso nos enseñaron los maestros de la sospecha (Marx,Nietzsche,Freud).Pero de admitir esto a creer que todo es exactamente lo contrario de lo que parece”, hay un trecho que no es otro que el del delirio conspiratorio. Que las cosas no están en el mundo para ayudarte es algo que aprendí muy pronto, pero que las cosas estén en el mundo para perseguirme esto, esto ya no hay porque aceptarlo. ¿Para que existen las instituciones? El izquierdista  “conspiranoico” responde: “para fastidiarme”.
Esta idea de la “mano negra” que mece la cuna y el féretro parte de una visión no sólo equivocada sino también profundamente autoritaria y alérgica a la  democrática. Las gentes, los ciudadanos, los movimientos sociales no deciden   nada, siempre hay alguien detrás que es quién manda. Los debate sociales no tiene sentido pues siempre hay un sentido oculto que se oculta al sentido  común, Somos simples marionetas en manos de poderes  clandestinos que todo lo pueden. Si esto no es desempoderara a la gente que venga…

“Algo de lo bueno es peor que todo de lo malo” (retórica de la inmediatez). Para esta izquierda es mejor  no hacer nada y que ocurra lo peor (por ejemplo que Gadafi gane) o hacer algo, aunque no sea todo lo que se debería de hacer, y reducir el daño o dar un paso, aunque sea modesto, hacia la solución. Esta perspectiva política conduce  hacia la mayor de las esterilidades y por ende hacia  la mayor de las injusticias.
“Hay que aprender de las derrotas” (retórica de la impotencia), Claro que hay que aprender  de las derrotas pero lo que fundamentalmente enseña son los éxitos. El conjunto de acciones que pueden ser erróneas es infinito, el conjunto de acciones exitosas muy limitado. La izquierda melancólica  está empeñada en volver permanentemente   sobre los errores y en no reconocer ni identificar los aciertos. Hasta tal nivel de obcecación alcanza esta atracción fatal  que llega a identificar los  errores como aciertos. Obsérvese la nostalgia del “socialismo real” que representa la fantasmagórica idealización  del contramodelo cubano.
Representantes intelectuales de esta izquierda hay muchos. Todos tienen en común el alejamiento del pensamiento científico y la entrega  a la literatura moralista. Pero  estos no utilizan la literatura para imaginar mundos mejores, como los utopistas modernos,  sino para inventarse mundos peores  de lo que realmente existen. La suya no es una  literatura crítica sino miserable.
No citaré a nadie  pero tengo en mente  a un “Mouriño literario”, desgraciadamente  ya fallecido, que  no se sabía nunca  si hablaba o lloraba. Hay incluso un periodista español,  al que también califican de  lúcido y que tiene puesto un “observatorio permanente  de traidores“, financiado por La Vanguardía; y que pasa por ser el portavoz de las verdades silenciadas Estos son los líderes  de opinión de  esta izquierda gente que trasmite depresiones en vez de ilusión, miedos en vez de ideas, pesimismo en vez de proyecto, impotencia en vez de alegría política, que diría Spinoza. Resulta significativo que se llame lucidez al pesimismo, y que se catalogue como lúcidos a los que no ven nada.
Todos y todas hemos sido, y en cierto grado seguimos siendo, parte de esa izquierda melancólica, Pero algunos lo son mucho más que otros. Que nadie se ofenda pues este  pots tiene mucho más de espejo que de fotografía.

Su autor es Franciso Garrido y lo he copiado de Paralelo 36 Andalucía

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