Siguiendo la estela de Hirschman y en anteriores artículos hemos descrito los lugares comunes que el pensamiento conservador utiliza como mantras ideológicos. Pero el alargado brazo de la retórica también llega hasta las estancadas aguas de la izquierda. Si la clave mecánica de la retórica conservadora reside en la reacción frente a la posibilidad del cambio y el progreso; la esencia de la mecánica izquierdista no es menos reaccionaria, y está gobernada por la impotencia. Miremos, con la ternura de la ironía, alguno de estos mantras de la impotencia y el victimismo.
“Ni me cambio de camisa, ni me bajo los pantalones” (retórica de lo insalubre). Un buen militante de izquierdas debería ser un individuo de muy dudoso aseo personal, pues jamás debe ni “cambiarse de chaqueta”, ni “bajarse los pantalones”. ¿Se imaginan cual debe ser el estado sanitario de alguien que nunca se baja los pantalones ni se cambia de chaqueta”?. Cambiar, adaptarse, ceder o pactar es sinónimo de traición, de abandono interesado de los ideales. Para la izquierda melancólica todo el que no es un guarro es un traidor.
“Siempre he pensado lo mismo” (retórica de la inmovilidad). La persistencia y coherencia incluso en ellerror, o mejor dicho, especialmente en el error; es una cualidad moral para esta izquierda. El hecho de que alguien hay dicho una estupidez (o una canallada) con veinte años, y siga diciendo lo mismo con sesenta; es una virtud moral. Una persona pude ser descalificad si se logra demostrar que decía cosas contradictorias en momentos y circunstancias distintas. Esta izquierda ha desterrado la dimensión modal ( espacio-temporal) de la contradicción. La inmovilidad, la intransigencia son los valores que subyacen a esta retórica ¿Hay algo más conservador y reaccionario? No se trata de que todo cambio sea en si mismo elogiable, no. Pero lo que lo que la izquierda amargada nos dice es, por el contrario, todo cambio es rechazable.
“Yo no me vendo, nunca”.(retórica de la integralidad). Pero hombre ¿a usted quién lo va a querer comprar?.Se le podría responder a muchos de los que con presunción, claramente inmoral, proclaman su integridad. En este asunto hay que entender por integralidad algo equivalente a rigidez. La incapacidad para entender la complejidad y el dinamismo de lo real, para percibir lo nuevo, para oír todo que no sea el runrún del circulo interno; conduce a esta especie de cataplexia ideológica, donde el acuerdo y el pacto es visto como una sucia operación mercantil.
Y es que si algo odia la izquierda melancólica eso son los “negocios”. Como si el “negocio” (el “contrato” en términos jurídico y político) no fuera la forma más frecuente de relación social entre hombres y mujeres libres. Confundir contrato y capitalismo es como confundir las uvas con el alcoholismo.
“Vamos para atrás, cada vez estamos peor”. (retórica de la negatividad). Cualquier análisis pesimista y negativo tiene mil veces más credibilidad, que el más riguroso de los pronósticos positivos. Es curioso el enorme prestigio que tienen las malas noticias para la izquierda. En ese “ir a peor”, lo que en realidad se nos dice es que la gente ha ido “tan a mejor” que ya no tiene motivos para rebelarse (el aburguesamiento de la clase obrera) contra el “no ir a peor”. Esto es como si los médicos se quejaran de que los individuos han mejorado tanto su salud que ya no tienen motivos para ir al médico. Incapaces de ver el enorme éxito de la izquierda que supone ese aburguesamiento, adoptan la estúpida posición corporativistas del que “pierde la clientela”. Más o menos como la iglesia y su necesidad de que haya pobres. Por eso los peores de esta “izquierda melancólica” son “los curas rojos”, aquellos en donde el mesianismo irracional de la religión se une la irracionalidad mesiánica de una izquierda que ya sólo es pura moralina y jeremiada.
“Los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez mas pobres”. (retórica miserable). Si esta supuesta fotografía social fuera cierta, (se dice desde hace dos siglos, por lo menos), ambas clases (ricos y pobres) deberían ya de haber desparecido. Unos por inanición y los otros por sobrepeso. Pero lo cierto es que esto no ha sido así, sino que ha sido exactamente lo contrario: la humanidad no ha dejado de crecer (en estos últimos doscientos años). Durante el siglo XX han vivido más individuos humanos que en todo los 150.000 años anteriores. El consumo de materia y energía tampoco ha dejado de crecer y es curiosamente el hecho de que durante el siglo XXI más de 400 millones de personas hayan abandonado la pobreza, lo que está en la base de la crisis malthusiana actual. Esto no significa que los pobres sean los culpables de la crisis sino que el modelo actual no soporta un mínimo de universalización del bienestar occidental. Esta izquierda confunde desigualdad y pobreza, pues es la desigualdad, que no la pobreza, la que no ha dejado de crecer. Por eso esta izquierda melancólica tiene tantas dificultades para entender las luchas por la igualdad (feminismo) o las luchas contra el crecimiento (ecologismo).
“El sistema lo asume todo”. (retorica del fracaso) Si algo tiene éxito deja de ser interesante y revolucionario. Por el contrario cualquier fracaso es sinónimo de autenticidad. Si de partida somos muchos, mal empezamos. Si finalmente conseguimos la mayoría; ¿qué hemos hecho mal?. Si por un concepto tiene éxito comunicativo, véase ,por ejemplo “ecología” o “sostenibilidad”, ya hay que cambiarlo, no vale; habrá entonces que hablar de “sustentatibilidad” o de otras “palabrutas” más oscuras. La estrategia de comunicación de esta izquierda recuerda lo que dicen que hacia Eugenio D´Ors cuando daba a leer, en voz alta, los artículos recién escritos a su secretaria. Si esta los entendía perfectamente, el autor catalán volvía a rescribir el artículo, al grito de: “¡oscurezcámoslo, oscurezcámoslo¡”.
Esta huída permanente del éxito en la comunicación se basa en una imagen fantasmagórica y diabólica de un monstruo ignoto al que llaman “el sistema”. ¿Qué es “el sistema”? No me lo pregunten. Baste decir como ejemplo que para un conspicuo militante de la izquierda melancólica granadina preguntado a donde se habían marchado un grupo de objetores de conciencia, insumisos, y antimilitaristas del comité Anti-Otan. después de una reunión, respondió “están cogidos por el sistema , se han ido a tomar cervezas”. El “sistema” va pues desde la General Motors y la CIA hasta la cruzcampo , el regaliz Don Pepe y el gusto por el parchis y la Nintendo. Para evitar que ese “sistema” que todo lo puede nos capture lo mejor es no tener éxito, ser pocos, que nadie nos entienda (a ser posible ni nosotros mismos).
“Todo está manipulado”.(retórica de la conspiración). Nada es lo que parece. Bien, de acuerdo, eso nos enseñaron los maestros de la sospecha (Marx,Nietzsche,Freud).Pero de admitir esto a creer que todo es exactamente lo contrario de lo que parece”, hay un trecho que no es otro que el del delirio conspiratorio. Que las cosas no están en el mundo para ayudarte es algo que aprendí muy pronto, pero que las cosas estén en el mundo para perseguirme esto, esto ya no hay porque aceptarlo. ¿Para que existen las instituciones? El izquierdista “conspiranoico” responde: “para fastidiarme”.
Esta idea de la “mano negra” que mece la cuna y el féretro parte de una visión no sólo equivocada sino también profundamente autoritaria y alérgica a la democrática. Las gentes, los ciudadanos, los movimientos sociales no deciden nada, siempre hay alguien detrás que es quién manda. Los debate sociales no tiene sentido pues siempre hay un sentido oculto que se oculta al sentido común, Somos simples marionetas en manos de poderes clandestinos que todo lo pueden. Si esto no es desempoderara a la gente que venga…
“Algo de lo bueno es peor que todo de lo malo” (retórica de la inmediatez). Para esta izquierda es mejor no hacer nada y que ocurra lo peor (por ejemplo que Gadafi gane) o hacer algo, aunque no sea todo lo que se debería de hacer, y reducir el daño o dar un paso, aunque sea modesto, hacia la solución. Esta perspectiva política conduce hacia la mayor de las esterilidades y por ende hacia la mayor de las injusticias.
“Hay que aprender de las derrotas” (retórica de la impotencia), Claro que hay que aprender de las derrotas pero lo que fundamentalmente enseña son los éxitos. El conjunto de acciones que pueden ser erróneas es infinito, el conjunto de acciones exitosas muy limitado. La izquierda melancólica está empeñada en volver permanentemente sobre los errores y en no reconocer ni identificar los aciertos. Hasta tal nivel de obcecación alcanza esta atracción fatal que llega a identificar los errores como aciertos. Obsérvese la nostalgia del “socialismo real” que representa la fantasmagórica idealización del contramodelo cubano.
Representantes intelectuales de esta izquierda hay muchos. Todos tienen en común el alejamiento del pensamiento científico y la entrega a la literatura moralista. Pero estos no utilizan la literatura para imaginar mundos mejores, como los utopistas modernos, sino para inventarse mundos peores de lo que realmente existen. La suya no es una literatura crítica sino miserable.
No citaré a nadie pero tengo en mente a un “Mouriño literario”, desgraciadamente ya fallecido, que no se sabía nunca si hablaba o lloraba. Hay incluso un periodista español, al que también califican de lúcido y que tiene puesto un “observatorio permanente de traidores“, financiado por La Vanguardía; y que pasa por ser el portavoz de las verdades silenciadas Estos son los líderes de opinión de esta izquierda gente que trasmite depresiones en vez de ilusión, miedos en vez de ideas, pesimismo en vez de proyecto, impotencia en vez de alegría política, que diría Spinoza. Resulta significativo que se llame lucidez al pesimismo, y que se catalogue como lúcidos a los que no ven nada.
Todos y todas hemos sido, y en cierto grado seguimos siendo, parte de esa izquierda melancólica, Pero algunos lo son mucho más que otros. Que nadie se ofenda pues este pots tiene mucho más de espejo que de fotografía.
Su autor es Franciso Garrido y lo he copiado de Paralelo 36 Andalucía
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