Necesitamos una realidad compartida
Hannah Arendt recuerda a lo largo de su obra la necesidad de pensar por nosotros mismos, de ser responsables de nuestras ideas y de nuestros errores, algo que funciona como antídoto frente a la crueldad y el totalitarismo. No podemos encogernos de hombros y decir que cumplíamos órdenes, como Adolf Eichmann, el nazi cuyo juicio le sirvió a Arendt para acuñar el concepto de la “banalidad del mal”. Además y como explica Máriam Martínez-Bascuñán, “necesitamos que otros validen y reconozcan” nuestra capacidad de reflexionar y razonar. Es decir, necesitamos una realidad compartida desde la que podemos discrepar, pero que nos sirva para “orientarnos juntos en el mundo”. Y esto es algo que los autócratas quieren destruir.

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