viernes, 27 de junio de 2025

La amnesia selectiva del PP al olvidar la propia corrupción

 

La amnesia selectiva del PP al olvidar la propia corrupción

La actitud de los populares ante los casos de corrupción ajena los predispone a un espectáculo en el que cobran un importante papel la hipocresía y la amnesia selectiva de un pasado punible que ellos niegan o ignoran.



Siempre ha sido una constante la obscena desvergüenza del Partido Popular cuando se dedica a machacar al PSOE como si en sus propias filas jamás hubiera brotado la corrupción más evidente y recusable que ha conocido este país desde la implantación de la democracia. 

Es por ello que, la actitud de los populares ante los casos de corrupción ajena los predispone a un espectáculo en el que cobran un importante papel la hipocresía y la amnesia selectiva de un pasado punible que ellos niegan o ignoran.

La Gürtel no fue un accidente, ni tampoco lo fueron los papeles de Bárcenas, ni la Púnica, ni Lezo, ni la trama valenciana de los ‘amiguitos del alma’ de Camps, ni la caja B, ni aquella atrevida Kitchen

Porque, seamos serios, no existe ningún otro partido en la democracia española que acumule una sucesión tan abrumadora de casos de corrupción estructural como el PP. 

Y también seamos serios: la Gürtel no fue un accidente, ni tampoco lo fueron los papeles de Bárcenas, ni la Púnica, ni Lezo, ni la trama valenciana de los ‘amiguitos del alma’ de Camps, ni la caja B, ni aquella atrevida Kitchen que usó las cloacas del Estado para espiar y destruir a sus propios rivales internos. Ninguna de aquellos actos delictivos fueron errores aislados sino prácticas sistemáticas sostenidas durante años, encubiertas y negadas hasta el límite de la indecencia.

Por todo lo expuesto, ahora que al PSOE le toca hacer frente a acusaciones de corrupción en dos miembros relevantes de su partido, aquellos gerifaltes del partido de la Gaviota —quienes en el pasado cerraban filas y miraban hacia otro lado ante sus casos de corrupción— hoy se convierten en amnésicos y se presentan ante la opinión pública como si fueran fiscales implacables y guardianes de una integridad que ellos nunca practicaron, un cinismo sin límites al exigir lo que ellos nunca hicieron.

El PSOE debe asumir sus responsabilidades y obrar en consecuencia cuando alguno de los suyos cruce la línea de la decencia, pero resulta inadmisible ese intento del PP de mostrarse como una fuerza impoluta

En las comparecencias públicas, Feijóo y su cohorte son todos uno cuando les toca disparar contra el Gobierno y acusarlo de corrupción, de rendición, de descomposición, todo ello siguiendo las directrices de un guion mezquino que finge ser estrategia política.

Estamos ante un despliegue de hipocresía y desvergüenza que va más allá de un juego sucio que convierte la política en un lodazal que no solo atenta contra el adversario sino también debilita la democracia. 

Cuando se sustituye la crítica legítima por el descrédito sistemático, cuando se bombardea sin tregua la confianza en las instituciones, lo que se mina es el propio suelo sobre el que todos —también la oposición— buscamos una base firme. Y eso es algo muy peligroso.

Es claro y diáfano que el PSOE debe asumir sus responsabilidades y obrar en consecuencia cuando alguno de los suyos cruce la línea de la decencia, pero lo que resulta inadmisible —además de ser peligroso— es ese intento del PP de mostrarse como una fuerza impoluta, un partido adalid en la lucha contra de la corrupción, al tiempo que intenta borrar de la memoria colectiva un pasado reciente plagado de saqueos, sobresueldos y una corrupción institucionalizada que niegan una y otra vez.

El descaro y el ataque burdo y procaz a sus rivales nunca ha sido problema para el PP, y es por ese motivo que este no sea solo un debate sobre la corrupción sino también sobre la memoria

El PP parece olvidar que antes de que finalice 2025, se dictarán las sentencias de cinco grandes causas vinculadas a casos de corrupción de su partido (Púnica, Gürtel, la Caja B, Kitchen y Tándem), y si fueran algo más inteligente y un poco menos atrevidos, en vez de dar lecciones de regeneración pondrían los pies sobre un suelo que puede que se les derrumbe cuando se dicten las sentencias.

Pero el descaro y el ataque burdo y procaz a sus rivales nunca ha sido problema para el PP, y es por ese motivo que este no sea solo un debate sobre la corrupción sino también sobre la memoria, y el derecho —y deber— de la ciudadanía a no dejarse engañar y exigir la limpieza de todos, no tolerando la corrupción ni la hipocresía de quienes pretenden tapar sus culpas señalando las ajenas.

España no se merece corruptos ni farsantes, provengan de donde provengan, pero tampoco merece los partidos que convirtiendo el fango ajeno en su programa electoral. 

Todos tenemos derecho a una política decente, donde la crítica se base en hechos reales y la coherencia sea innegociable, porque si quienes se postulan como alternativa no son capaces de mirarse al espejo que refleja su pasado y también te presente, difícilmente estarán a la altura de lo que este país necesita y merece.

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