Los abajo firmantes son andaluces que escriben, que forman parte de la clase trabajadora de la cultura y a quienes por lo tanto afecta la crisis económica que aflige a todos aquellos que viven del salario. Pero que se sienten especialmente concernidos, como diría Federico García Lorca, con quienes no tienen nada y hasta la tranquilidad de la nada se les niega.
Así, MANIFIESTAN:
1) Que rechazan un sistema económico basado en la avaricia del capitalismo salvaje que ha consagrado la desigualdad como norma a escala mundial y la precariedad y la recesión creciente en la Unión Europea y España. La precariedad de todos supone también la precariedad de quienes escriben. Pero la crisis no afecta tan solo a los bolsillos sino a los sueños. Por lo tanto, reivindicamos la dimensión utópica de la cultura como una bandera que nos haga defender y perfeccionar la sociedad del bienestar frente todos aquellos poderes que quieren abolirla.
2) Que la crisis y la sagrada contención del déficit supone una formidable coartada para acabar con el pensamiento crítico con respecto al pensamiento único; un extremo que, en épocas anteriores, se articulaba a través de un mecenazgo caprichoso por parte de una administración que debió de utilizar mejor sus presupuestos pero que ahora conduce a la privatización del hecho cultural y a reservar su supervivencia a la comercialización baladí y al puro espectáculo, atendiendo antes al populismo que a la calidad.
3) Que, en este sentido, Albert Camus relacionaba la degradación de los derechos laborales con la degradación humana y la emergencia de un ocio zafio. Defender la dignidad de todos quienes están pagando las consecuencias de esta recesión nos lleva a defender a la cultura como parte esencial del estado del bienestar. Se trata de un modelo de civilización a cuyo desmantelamiento estamos asistiendo sin que nadie parezca prestar atención a las alternativas que desde la ciudadanía empiezan a formularse frente a esta situación dramática.
4) Que, tal como aparece recogido en el Estatuto de Autonomía de Andalucía y en la Constitución española de 1978, la cultura y la educación son derechos inalienables de la ciudadanía y no podemos consentir que se desmantelen. Y eso es lo que está ocurriendo en la actualidad con las instituciones que debieran velar para su protección y desarrollo. Ambas disciplinas, la educación y la cultura, constituyen un servicio público para la sociedad que queremos que es la del estado del bienestar frente al estado del malestar que nos oprime. Así, no solo debemos evitar doblegarnos ante esa zafiedad del ocio de la que hablaba Camus sino que debemos exigir que se atienda prioritariamente a la formación de la persona.
5) Que la cultura no es un valor residual sino un testigo de la historia que debe rebelarse frente a quienes pretenden preservar los intereses de las élites dominantes. En tal sentido, tenemos el deber irrenunciable de exigir que forme parte de las prioridades del Estado para que el Estado, es decir, lo público siga formando parte de las prioridades de la ciudadanía. Esto es, para que no se repartan sus ropas los oscuros mercados e intereses sórdidos que lo están crucificando.
6) Que, así, la cultura está viviendo formidables recortes, no solo en la economía, en los nuevos puestos de trabajo que ha creado durante los últimos treinta años o en las llamadas industrias culturales, sino en la capacidad real de que los creadores puedan comprometerse con la belleza sin sentir la angustia ubérrima de quienes a su lado luchan por la simple subsistencia. La ética y la estética conforman la cara y la cruz de una misma moneda.
Antequera, 27 de enero de 2012
Así, MANIFIESTAN:
1) Que rechazan un sistema económico basado en la avaricia del capitalismo salvaje que ha consagrado la desigualdad como norma a escala mundial y la precariedad y la recesión creciente en la Unión Europea y España. La precariedad de todos supone también la precariedad de quienes escriben. Pero la crisis no afecta tan solo a los bolsillos sino a los sueños. Por lo tanto, reivindicamos la dimensión utópica de la cultura como una bandera que nos haga defender y perfeccionar la sociedad del bienestar frente todos aquellos poderes que quieren abolirla.
2) Que la crisis y la sagrada contención del déficit supone una formidable coartada para acabar con el pensamiento crítico con respecto al pensamiento único; un extremo que, en épocas anteriores, se articulaba a través de un mecenazgo caprichoso por parte de una administración que debió de utilizar mejor sus presupuestos pero que ahora conduce a la privatización del hecho cultural y a reservar su supervivencia a la comercialización baladí y al puro espectáculo, atendiendo antes al populismo que a la calidad.
3) Que, en este sentido, Albert Camus relacionaba la degradación de los derechos laborales con la degradación humana y la emergencia de un ocio zafio. Defender la dignidad de todos quienes están pagando las consecuencias de esta recesión nos lleva a defender a la cultura como parte esencial del estado del bienestar. Se trata de un modelo de civilización a cuyo desmantelamiento estamos asistiendo sin que nadie parezca prestar atención a las alternativas que desde la ciudadanía empiezan a formularse frente a esta situación dramática.
4) Que, tal como aparece recogido en el Estatuto de Autonomía de Andalucía y en la Constitución española de 1978, la cultura y la educación son derechos inalienables de la ciudadanía y no podemos consentir que se desmantelen. Y eso es lo que está ocurriendo en la actualidad con las instituciones que debieran velar para su protección y desarrollo. Ambas disciplinas, la educación y la cultura, constituyen un servicio público para la sociedad que queremos que es la del estado del bienestar frente al estado del malestar que nos oprime. Así, no solo debemos evitar doblegarnos ante esa zafiedad del ocio de la que hablaba Camus sino que debemos exigir que se atienda prioritariamente a la formación de la persona.
5) Que la cultura no es un valor residual sino un testigo de la historia que debe rebelarse frente a quienes pretenden preservar los intereses de las élites dominantes. En tal sentido, tenemos el deber irrenunciable de exigir que forme parte de las prioridades del Estado para que el Estado, es decir, lo público siga formando parte de las prioridades de la ciudadanía. Esto es, para que no se repartan sus ropas los oscuros mercados e intereses sórdidos que lo están crucificando.
6) Que, así, la cultura está viviendo formidables recortes, no solo en la economía, en los nuevos puestos de trabajo que ha creado durante los últimos treinta años o en las llamadas industrias culturales, sino en la capacidad real de que los creadores puedan comprometerse con la belleza sin sentir la angustia ubérrima de quienes a su lado luchan por la simple subsistencia. La ética y la estética conforman la cara y la cruz de una misma moneda.
Antequera, 27 de enero de 2012
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