Si quiere adaptar su conciencia a los nuevos tiempos que corren debe apresurarse a adoptar este ideario que emerge más allá del Atlántico. Aunque su estética nos recuerde a Doris Day y su ética a Jesús Gil, el secreto de su éxito está en la elaboración.
En primer lugar, es importante colocar en el centro de su pensamiento la idea de que el ser humano es intrínsecamente malo y que la vida es una selva de la que sólo saldrá triunfante si tiene suficiente capacidad de autodefensa. Es conveniente desechar las viejas ideas de cooperación o de fe en la humanidad que alimentan un ingenuo buenismo con el que usted pondrá en peligro a su patria o a su familia.
Convierta el egoísmo en una fuente inagotable de avance y de bienestar. Sin el ansia de lucro privado, sin el afán de acumulación y de sobresalir por encima de los demás, la humanidad no hubiera salido de las cavernas. Sus miras sociales deben reducirse a su estricto círculo social y familiar. Con ellos, es posible colaborar o conseguir beneficios mutuos, pero olvídese de los demás. No mire nunca al exterior, ni caiga en el ternurismo para con los débiles, a fin de cuentas, cada uno obtiene de la vida estrictamente lo que se merece. El propio mercado es un dios justiciero que premia a los buenos y castiga a los malos, así que no merece la pena -y resultaría completamente contraproducente- cualquier tipo de política social que reparta los beneficios de los más capaces entre los más inútiles de nuestra sociedad.
Suprima de una vez sus viejos prejuicios éticos. Hable claro y alto de todo aquello que le moleste: inmigrantes, feministas, vecinos, políticos. La corrección política no es más que una forma de sumisión del viejo sistema. Tampoco acepte pedagogías ni enseñanzas de nadie. No se avergüence de su falta de conocimientos ni intente esconderlos. Convierta su incultura en un valor (llámela sinceridad, espontaneidad o corazón) frente a los “privilegiados” que han conseguido conocimientos o estudios superiores, prácticamente a su costa.
Ajuste sus principios a estas nuevas consideraciones. Descarte el viejo sistema de tener principios éticos de validez universal que acompañaban esa visión seráfica del mundo y proclame una libertad individual sin límite alguno, sobre todo por lo que respecta a los bienes económicos. El Estado es un enemigo natural de la libertad económica y tiene tendencia a derrochar el dinero en costosos servicios gratuitos como la educación y la salud o a repartir algunos beneficios que deberían corresponderle a usted en exclusiva.
La familia, sin embargo, es la institución central de la sociedad. Representa el egoísmo bueno y productivo. Por la familia se puede matar y morir porque es el núcleo del consumo, de la utilización de los bienes y de su cuidado. Para defenderla es necesario reconstruir los viejos papeles sociales entre hombres y mujeres; firmar un nuevo contrato social. Las mujeres deben recuperar los más altos ideales femeninos. Y recuerde que la feminidad más pura está ligada inexorablemente a la maternidad. Sólo así superaremos la incomodidad que nos ha producido el viejo feminismo igualitario, con demasiado costo para las mujeres y una completa pérdida de identidad masculina.
Realmente la feminidad y la masculinidad, la supremacía de la cultura occidental y el individualismo son los únicos principios con valor universal. Y sobre todo, no olvide nunca que estamos continuamente amenazados por la existencia de los otros: los que son diferentes en lengua, en cultura, en sexualidad o en pensamiento. Sin ellos, seríamos mucho más felices. Pero no se preocupe por el futuro: este nuevo conservadurismo tiene un código completo de comunicación frente a una izquierda que balbucea porque olvidó hace tiempo la importancia de los valores y un pueblo cuyo sueño vital es consumir hasta morir.
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