Conforme crece la desigualdad social las ganas de votar menguan, y cuando se pasa verdadera necesidad llegan a desaparecer. Y sucede que, desde hace un año, la sociedad española se está partiendo en dos como consecuencia de la crisis. Una mitad apenas la nota, mientras que en la otra se sitúan los que la sienten y los que la padecen. La evidencia empírica disponible sugiere que la depresión económica va a ser menos duradera que la política, pero va a levantar una profunda brecha social. En este escenario, los desposeídos se están quedando sin representación política y fuera de sitio.
Eso es lo que ha encontrado un estudio de la Fundación Foessa que bucea en los primeros destrozos sociales que ha provocado el crack financiero. La pesquisa fue levantada a finales de 2009 y verá la luz pública en los próximos días. La encuesta revela que una mitad más bien escasa (46%) de la sociedad no siente ni padece la crisis. No la siente, porque aún no le ha llegado el coletazo de inseguridad que verosímilmente seguirá al aumento de la desigualdad y de la pobreza. No la padece, porque esa media España sigue integrada en la órbita cultural del trabajo estable y del consumo.
El resto de la población se halla dividido en dos mitades. Aquellos que bordean la frontera del desempleo y los empujados a los extrarradios. Los que están en situación de riesgo se tapan principalmente con la familia, pero los excluidos severos ni siquiera acceden a los servicios sociales. Los primeros ajustan sus gastos y confían en que la situación no se prolongue. En cambio, los desposeídos sufren privaciones básicas y se encuentran aplastados por las deudas y el desamparo. Unos compran más barato en los supermercados, mientras que los desahuciados se refugian en los comedores solidarios.
En el extrarradio, que está creciendo, dominan los españoles, pero sobresalen la población extranjera y la minoría gitana. Los inmigrantes extracomunitarios suman más de un tercio de los recluidos en el extrarradio, sin embargo su respuesta respecto del voto en las elecciones municipales matiza el principio general. Pues, mientras que la mayoría de los inmigrantes acomodados (60%) declara que no vota por desinterés, los escasos extracomunitarios a los que la ley se lo permite ejercen ese derecho con una intensidad que denota más necesidad que desilusión.
Antonio Izquierdo es catedrático de Sociología
(Publicado en Público)
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