El pasado 28 de abril, una sociedad avanzada y una economía fuerte como la española se sumió en la oscuridad y la parálisis general. No se produjo caos, ni violencia, ni desmanes generalizados, como algunos tratan de dibujar. Es más, la recuperación del suministro eléctrico y del funcionamiento del país fue rápida y eficaz. Pero este gravísimo suceso requiere de explicaciones para saber qué ocurrió, y requiere de garantías para que no vuelva a ocurrir.
Resulta llamativo que días después del apagón, los operadores del sistema eléctrico aún no hayan ofrecido una información clara sobre lo sucedido. Tan solo sabemos que en un momento dado la oferta de energía cayó hasta un 60% respecto de lo que se demandaba, por razones hasta ahora desconocidas. Y que el sistema “se vino a cero”, es decir, colapsó. Esta explicación no basta.
Ante la falta de información cierta y asegurada, surgieron de inmediato las versiones interesadas. Como siempre que hay mucho dinero en juego, y en el ámbito de la energía lo hay, se regatea la verdad y se multiplican las explicaciones de parte, tan sesgadas como interesadas. Sorprende que el Gobierno haya tenido que exigir lo que hubiera sido lógico tener de manera voluntaria y rápida: todos los datos disponibles sobre el suceso.
Por tanto, lo primero a reclamar ante los operadores del sistema, los responsables del transporte, de la distribución, de la comercialización y de la generación de energía, es máxima transparencia y colaboración total incondicionada.
También llama poderosamente la atención la aparente coordinación inmediata con que la mayor parte de los medios y “analistas” de la derecha salieron al día siguiente del suceso con una interpretación de lo ocurrido. La versión inmediata y coral de la derecha política y mediática apuntaba contra las energías renovables, contra la política al frente del operador de transporte de energía, y a favor de la energía nuclear. Es decir, contra el gobierno progresista y a favor del interés del dinero. Nada nuevo, no obstante.
Culpar a la energía renovable del apagón es tan culposo como absurdo. Se han dado jornadas con mayor proporción de renovables en el mix energético que aquel 28 de abril, y no hubo apagón. Plantear como solución la prórroga de la vida de las centrales nucleares responde al interés evidente de sus dueños por ganar más dinero, y pretende ignorar el coste extraordinario en la gestión de sus residuos. Es evidente, por tanto, que esa derecha política y mediática pretende aprovechar el apagón para malograr la apuesta de país por las energías limpias y promocionar otras energías más rentables solo para unos pocos.
Cabe resaltar también la robustez y profesionalidad que demostraron una vez más los servicios públicos y sus trabajadores en los esfuerzos para recuperar la normalidad. Desde el restablecimiento del propio suministro eléctrico hasta el funcionamiento de los hospitales, pasando por los servicios de transporte o la seguridad ciudadana, el Estado y la sociedad ofrecieron una faz responsable y eficaz de la que podemos sentirnos orgullosos.
El PP fracasó, una vez más. En lugar de sumarse a la reivindicación de explicaciones y a la búsqueda de garantías de futuro, Feijóo y los suyos prefirieron el desgaste del Gobierno y la defensa de las cuentas de resultados de las empresas dueñas de las centrales nucleares. Se dio la contradicción, además, de que los gobiernos autonómicos del PP criticaban al Gobierno de España al tiempo que renunciaban a la gestión propia de la crisis, confiándola al Ministro para el que hasta horas antes pedían la dimisión inmediata. Lo de siempre.
Esta crisis no puede quedar en una crisis más. Ha sido muy grave. Hacen falta menos versiones interesadas y menos prevalencia del interés privado. Y hacen falta más verdad y más garantías de futuro para el interés general.
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