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martes, 19 de agosto de 2025

No puedo haber dolor más grande que el de esta madre ...

 

Gregorio, elegir entre el desplazamiento o la muerte.

Eso fue lo que tuvo que hacer S. (nos ha pedido que no demos su nombre) cuando huyó de su casa en el norte de Gaza para salvar a su familia.

Es enfermera y madre de un niño de dos años y una niña de siete meses.

Pero a finales de abrilel hambre se volvió insoportable y la muerte volvió a acecharles.

S. tuvo que dejar de comer para dar a sus hijos lo poco que conseguía. Pero entonces su cuerpo empezó a fallar: “Intentaba durante horas amamantar a mi bebé, pero la leche simplemente no salía”.

La fórmula infantil, escasa y a precios desorbitados, está fuera de su alcance. Como resultado, su hija de siete meses apenas pesa lo mismo que un bebé de cuatro.

Para el resto de la familia tampoco hay respiro. Cuando tienen algo para comer, se reduce a un plato compartido de lentejas o berenjenas con agua.

S. y su marido dejan de comer para priorizar a su hijo. Aun así, nos confiesa derrotada: “Mis hijos se duermen llorando de hambre”.

Hubo tres días en los que la cocina del campamento donde están dejó de repartir comida. S. solo pudo darles agua a sus criaturas y su hijodebilitadoapenas podía sostenerse en pie: “Caminaba y se caía”.

Después vino lo más duro de escuchar. Con la voz quebrada, nos dijo: “Siento que he fallado como madre; el hambre de tus hijos te hace sentir que eres una mala madre”.

Gregorio, sé que leer esto duele.

Duele porque es un horror que nadie debería vivir. Pero también porque muestra la verdad tal cual es: desgarradora, insoportable.

Israel lleva meses impidiendo la entrada de ayuda humanitaria, restringiendo el trabajo de las organizaciones, y utilizando el hambre como un arma de guerra.

No es un “daño colateral” de la ofensiva militar. Es una política deliberada y forma parte del genocidio contra el pueblo palestino.

Necesitamos que el mundo escuche, se indigne y exija justicia.

En Amnistía Internacional llevamos casi dos años documentando estos crímenes, denunciándolos ante la comunidad internacional y exigiendo que los responsables rindan cuentas.

Y lo hacemos gracias a miles de personas como túque no miran hacia otro lado.

Así que gracias por estar aquí y no callar, Gregorio.

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