Observar la naturaleza es una de mis grandes aficiones. Gran amante del mar y los océanos, he sido afortunado por encontrarme varias veces con grandes animales marinos. Y siempre he tenido la curiosidad por conocer qué historia habría detrás de esa criatura que compartía espacio conmigo. Por ello, he dedicado buena parte de los últimos 10 años a investigar el movimiento de los animales marinos.
A principios de 2019, después de analizar y entender aspectos clave del movimiento de la megafauna marina (los animales más grandes que habitan los océanos, incluyendo tortugas, delfines, ballenas y focas), mis colaboradores y yo nos preguntábamos cuál era el siguiente paso para proporcionar respuestas científicas a su conservación. Habíamos identificado la capacidad de estos animales para adaptar su movimiento al medio por el que se desplazaban y nos preguntábamos si realmente podrían esquivar las amenazas a su supervivencia.
La primera respuesta vino en forma de un estudio en el que propusimos una hoja de ruta para entender cómo coincidían en el espacio y el tiempo las trayectorias de estos animales y las amenazas procedentes de actividades humanas. Esas amenazas incluyen el cambio climático (aumento de la temperatura de los océanos), la pesca (captura accidental de especies no deseadas), el tráfico marítimo (ruido y riesgo de colisión) y la contaminación por plásticos (ingesta).
La mayor base de datos de movimiento de animales marinos
Siguiendo esa hoja de ruta, la gran necesidad para dar respuestas científicas sólidas eran los datos. En concreto, necesitábamos la mayor cantidad posible de datos de trayectorias de megafauna marina.
Cuando hablamos de movilidad humana, cada vez hay más y más información, procedente de teléfonos o relojes inteligentes que alimentan bases de datos con la localización de millones de personas. Sin embargo, en el caso de los animales marinos, conseguir estos datos no es nada fácil, debido a que se encuentran en zonas inhóspitas, como los polos o el océano abierto.
Además, hace falta un equipo de expertos que se desplace a estas zonas para desarrollar el trabajo de campo. Esos trabajos consisten en buscar, encontrar y marcar a estos individuos con dispositivos de seguimiento. Por si fuera poco, dichos dispositivos (principalmente a través de conexiones por satélite, aunque también existen otras técnicas) tienen un coste elevado.
Tortuga verde en la zona costera de Xiao Liu Qiu (Taiwán). Jorge P. Rodríguez, CC BY-SA

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