Respetada editora, acreditada novelista y ácida pensadora, Tusquets nos ofrece con “Pequeños delitos abominables” (Ediciones B) un catálogo irreverente de buenas maneras
1) Nunca te olvidarás de dar las gracias
Se ha perdido la costumbre de dar las gracias. Cada vez son más las personas que toman como algo natural las atenciones que se tiene con ellas. En el caso de los regalos resulta decepcionante que no se agradezcan y, si no se han entregado personalmente, te quedas en la incertidumbre de que hayan llegado a su destino. También es molesto que la persona a la que has hecho un regalo y te ha dado las gracias por él no lo utilice nunca en tu presencia ni haga referencia a él.
Puntilloso: Al arquitecto Federico Correa le fastidia que, si abandona el asiento del conductor para abrir la portezuela del lado opuesto a una señora, ésta no le dé las gracias o ni siquiera le sonría.
2) Tratarás de usted a los desconocidos
Olvidando que el tuteo era una obligación falangista, los progres de los años 1960 iniciaron una campaña para eliminar el usted, que consideraban una práctica que mantenía las diferencias de clase. Pero no te gusta que la niñata que te lava el pelo en la peluquería o el dependiente del supermercado te hable de tú el primer (ni el segundo, ni el tercer) día que te ve. Aunque más grosero es tratar de tú a alguien que se verá obligado a responderte de usted. Esto sí es clasismo puro y duro.
Caso límite: La compañía Vueling, sin duda para ganarse al público joven, ha establecido el uso generalizado del tuteo.
3) Harás cola sin intentar saltarte el turno
En el marco europeo, colarse es un pequeño delito sureño, más frecuente y tolerado en España, Grecia o Italia que en Inglaterra o los países escandinavos. Nosotros somos más listos y nos colamos siempre que hay posibilidad de hacerlo. Lo peor es que los adictos a colarse no sienten la menor vergüenza -especialmente las pijas malcriadas- si los descubren. Pero también son abominables los empleados que, por ejemplo en los grandes almacenes, se enzarzan entre sí en interminables conversaciones provocando las colas.
Sutileza: Recorrer la cola en busca de algún conocido y pedirle que saque tus localidades junto a las suyas.
4) No abusarás de la calefacción en compañía de otros
Pecado generalmente femenino. La mujer que siempre tiene frío lo manifiesta en tono a veces plañidero o a veces imperioso y consigue que todos los demás agonicen de calor. Hace subir la calefacción o apagar la refrigeración sin ocurrírsele acudir a los locales públicos provista de un jersey o de dos o de una manta para compensar el trastorno térmico de su organismo.
Excepción a la regla femenina: El poeta Pere Gimferrer, capaz, en el curso de una reunión, de quitarse y ponerse la chaqueta seis o siete veces.
5) No dejarás que tus hijos incordien en lugares públicos
En la actualidad, a muchos padres no les queda otro remedio que llevar consigo a sus retoños cuando salen de casa. Pero si los vamos a llevar a todas partes estamos obligados a darles una educación y procurar que no fastidien a los demás. Se les puede enseñar a quedarse quietos sin berrear ni hacer guarradas con la comida sin que esto los haga menos felices ni les ocasione traumas casi irreversibles.
En el restaurante: Los niños suelen sacar de quicio a todos los presentes menos a los que los tienen a su cargo, que siguen comiendo impasibles, conversando con calma, centrando su atención en el espectáculo como si aquello fuera natural, inevitable.
6) Serás puntual en las citas
La impuntualidad constituye una grosería, una falta de consideración abominable que equivale a robar el tiempo de otro, a no concederle la menor importancia. Todavía es más irritante la falta de puntualidad de un médico o un abogado con el que has concertado una cita y al que pagas unos honorarios, y que te tiene apalancado una hora en su sala de espera.
Amiga impuntual: Ana María Moix solía quedar con Esther Tusquets para ir a las sesiones de cine matinales de los domingos. Jamás consiguió llegar puntual a tales citas.
7) No robarás taxis a los desconocidos
El robo del taxi tiene dos modalidades. Una, más leve, cuando haces una seña a un taxi en marcha y otra persona -generalmente un hombre- echa a correr y lo ocupa antes que tú. La otra, de juzgado de guardia, es cuando llevas rato haciendo cola en la parada y llega un taxi que te toca por fin a ti, alguien lo para y lo coge antes.
Truco: Para coger un taxi de noche, ir a la entrada de urgencias del Hospital Clínico, donde hay luz, vigilancia y siempre termina por llegar un vehículo.
No hablarás de tus enfermedades
Es aburrido que te hablen todo el tiempo de sus dolencias, achaques y enfermedades varias. Sobre todo si se insiste en detalles desagradables e incluso repugnantes de determinada operación o tratamiento. Peor resultan quienes se obstinan en enseñarte una cicatriz monstruosa, un grano que supura o un golondrino en el sobaco.
Primer desmayo: Lo sufrió Esther Tusquets, a los 10 años, cuando un amigo de sus padres contó, en un restaurante junto al mar, una operación quirúrgica especialmente truculenta.
9) No utilizarás palabras y frases ofensivas
Una especialmente odiosa: “judiada”. También la palabra “gitano”, usada en sentido peyorativo -“viven como gitanos”- y expresiones como “merienda de negros” y el uso sistemático del diminutivo “negrito”, que resulta proteccionista y prepotente. Resulta sorprendente la frase “A mí no me ha hecho nada malo” para poner en duda las críticas y acusaciones contra un determinado individuo, pues te están acusando de poco fiable.
Recuerdos de infancia: Esther y su hermano Óscar, de niños, hacían sonar sus matracas en la ventana, el Sábado de Gloria, para matar judíos (que habían crucificado a Cristo).
10) No presumirás que los demás saben quién eres
Es embarazoso para alguien poco fisonomista (o que no ve a menudo la tele) que personas importantes o simplemente famosas den por descontado cuando coinciden contigo que sabes quiénes son. Parece un rasgo de elegancia que alguien se te acerque y empiece con las palabras: “Soy Nuria Espert”.
Famoseo: La escritora, en un cóctel en casa de su hija Milena, no reconoció a Antonia dell’Atte, ni siquiera cuando ésta, sonriente y desenfadada, le dijo: “Hola, soy Antonia”.
Conclusión:
Estos diez mandamientos se encierran en dos:
1) Practicarás la buena educación: Los buenos modales y la simpatía no son banalidades, pueden mejorar nuestro estado de ánimo y hacernos ver el mundo con mejores ojos.
2) No abusarás de la paciencia de tus amigos: No se debe acosar a los amigos por teléfono sin importarnos si les pillamos o no en un momento oportuno; se ha de salir de casa siempre con algo de dinero encima para no obligar a todo el mundo a invitarte; conviene abordar las cartas de los restaurantes con decisión y no pedir el único plato que no figura en ella.
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