Leo en el libro Fracasología, de María Elvira Roca Barea:
"Los nacionalismos periféricos comienzan a manifestarse en España a finales del siglo XIX como un rechazo al Estado liberal y al nuevo concepto de soberanía nacional que había nacido en la Constitución de Cádiz. Tiene desde el principio cuatro características muy claras, digamos, que cuatro fuentes de alimentación:
- Es racista
- Se nutre de la leyenda negra
- Reclama privilegios
- Habla en nombre del territorio que coloniza, no de sí mismo"
Para una interpretación más exacta de este párrafo final, es conveniente leer el capítulo que la autora titula: NACIONALISMO Y BALCANIZACIÓN .
¿De qué trata este nuevo libro de la autora?
Una parte importante de nuestras élites intelectuales y políticas más prestigiosas considera que España no solo tiene una historia desastrosa de la que hay que avergonzarse, sino un núcleo profundo (castizo) que es moralmente inferior al de otros países de su entorno.
Si en Imperiofobia y leyenda negra María Elvira Roca Barea explicaba qué tipo de fenómeno histórico era la leyenda negra y cómo y por qué había surgido, el objetivo principal de Fracasología es exponer las razones por las cuales los tópicos de la hispanofobia se asumieron en nuestro país y se afianzaron con el tiempo.
Desde el siglo XVIII se asocian a la idea de España conceptos como decadencia, fracaso, anomalía, excepcionalidad… y comienza una relación conflictiva de buena parte de las élites españolas con su propio país, que culmina con las guerras napoleónicas y todavía perdura. Estas ideas hispanófobas se extienden también por Hispanoamérica y tendrán mucho que ver con la debilidad de los Estados que surgen de la disolución del Imperio español, y la cadena de resentimiento que generó y genera.
Nada pudo hacer el patriotismo liberal del siglo XIX por desterrar las ideas negativas sobre España, y la generación del 98 acentuó el sentimiento de fracaso y lo llevó al paroxismo.
Las clases rectoras españolas tienen, en general, poco sentido de responsabilidad hacia España y una falta de confianza desoladora. Las tendencias centrífugas que existen en el país se alimentan de esta negatividad, que debilita al Estado y genera un bucle de sístoles y diástoles que resucita una y otra vez.
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