Cádiz de la Humanidad
NI el Ayuntamiento socialista de Carlos Díaz, ni el Ayuntamiento popular de Teófila Martínez consiguieron que Cádiz figure entre las ciudades del Patrimonio de la Humanidad. En 36 años de gobiernos bipartidistas (16+20) lo intentaron en diversas ocasiones, con mejor voluntad que acierto. Para empezar, han faltado ideas claras al respecto. Lo último que se intentaba es colocar el Carnaval. Se supone que también tiene otros argumentos esta ciudad trimilenaria: alegría del comercio fenicio, pópulo romano; emporio del Orbe, que decía fray Gerónimo de la Concepción (cuando Gerónimo se escribía con g); un poco genovesa y un poco peruana, según la piropeó Pemán; y la cuna de la libertad, que nos llevó a los últimos de Filipinas… Pues no hay manera.
Viendo que aquí no se hace nada de nada, excepto peleas en los plenos, el Ateneo está crecido. Ignacio Moreno ha convocado a las celebridades locales que aún resisten para una reunión que tendrá lugar el próximo jueves, día 21, a fin de reactivar el expediente para que Cádiz entre por derecho (y con la cabeza alta) en el Patrimonio de la Humanidad. En esta reunión intervendrá Gregorio López, hombre que fue muy cercano a Carlos Díaz, y que pasó por ser el principal pejiguera del Cádiz de la Humanidad. Es misión imposible, según parece.
Resulta extraño que el alcalde González, al que tanto gusta enarbolar banderas (subirlas, bajarlas, cambiarlas por otras, encargar algunas nuevas, para volver a las históricas que arriaron, según la temporada y los recursos), no haya alzado esta enseña del Cádiz de la Humanidad. Por otra parte, si realmente entrase el Carnaval, sería aceptado como la fiesta folklórica que realmente es, como ya pasó con el flamenco. Pero no es lo mismo que incluir monumentos y espacios urbanos, que después se pueden rentabilizar para el turismo.
Por eso, lo primero sería centrarnos en el intento gaditano. Fortalezas como el castillo de Santa Catalina (que es el segundo monumento más visitado de Cádiz, tras la Catedral) y el castillo de San Sebastián (que sería más visitado que Santa Catalina, si estuviera bien gestionado) inspiraron otras fortalezas de América que forman parte del patrimonio de la Humanidad. El Cádiz colonial del perímetro exterior, esa ciudad que se asoma y se defiende del mar, está repleta de monumentos, de arte y de historia. Sería una joya en cualquier lugar del mundo. Por ahí se podría insistir. Pero será difícil convencer a la Unesco, si ni siquiera en Cádiz está valorado como se merece.
Viendo que aquí no se hace nada de nada, excepto peleas en los plenos, el Ateneo está crecido. Ignacio Moreno ha convocado a las celebridades locales que aún resisten para una reunión que tendrá lugar el próximo jueves, día 21, a fin de reactivar el expediente para que Cádiz entre por derecho (y con la cabeza alta) en el Patrimonio de la Humanidad. En esta reunión intervendrá Gregorio López, hombre que fue muy cercano a Carlos Díaz, y que pasó por ser el principal pejiguera del Cádiz de la Humanidad. Es misión imposible, según parece.
Resulta extraño que el alcalde González, al que tanto gusta enarbolar banderas (subirlas, bajarlas, cambiarlas por otras, encargar algunas nuevas, para volver a las históricas que arriaron, según la temporada y los recursos), no haya alzado esta enseña del Cádiz de la Humanidad. Por otra parte, si realmente entrase el Carnaval, sería aceptado como la fiesta folklórica que realmente es, como ya pasó con el flamenco. Pero no es lo mismo que incluir monumentos y espacios urbanos, que después se pueden rentabilizar para el turismo.
Por eso, lo primero sería centrarnos en el intento gaditano. Fortalezas como el castillo de Santa Catalina (que es el segundo monumento más visitado de Cádiz, tras la Catedral) y el castillo de San Sebastián (que sería más visitado que Santa Catalina, si estuviera bien gestionado) inspiraron otras fortalezas de América que forman parte del patrimonio de la Humanidad. El Cádiz colonial del perímetro exterior, esa ciudad que se asoma y se defiende del mar, está repleta de monumentos, de arte y de historia. Sería una joya en cualquier lugar del mundo. Por ahí se podría insistir. Pero será difícil convencer a la Unesco, si ni siquiera en Cádiz está valorado como se merece.
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