El Callejón del Tinte perdió la vida cuando se fueron los estudiantes de Bellas Artes y cambiaron el antiguo edificio de la Plaza de Mina por unas modernas instalaciones en el barrio de Astilleros. Aunque el traslado suponía en la práctica dejar vía libre a un ambicioso proyecto de ampliación del Museo de Cádiz, la realidad es que la pérdida de la actividad académica ha venido acompañada de un imparable proceso de abandono que parece no tener fin.
Cuatro años han pasado desde ese traslado y el edificio y la zona continúa su fase de deterioro. Primero fue la muerte del drago de casi 300 años de vida que presidía el patio de entrada a la Escuela hasta el año 2013 en el que tuvo que ser sustituído, tras un informe en el que se concluía la imposibilidad de recuperarlo por sus numerosos daños. A continuación, comenzaron a salir a la luz numerosos desperfectos del inmueble, a consecuencia de su falta de uso y de mantenimiento. Desde la caída de cascotes de la fachada hasta la caída de la pintura y el abandono de la escasa vegetación que quedó en el patio. Son pruebas de una evidente dejadez que pueden apreciarse desde la valla situada en pleno Callejón.
Son los síntomas más evidentes de que el tiempo continúa pasando factura a unas históricas instalaciones que siguen pendientes de una inversión millonaria por parte del Ministerio de Cultura del Gobierno de la Nación con el objetivo de situar al Museo de Cádiz entre los más importantes del país. Fuentes de la Junta de Andalucía insisten en que el proyecto de ampliación sigue vigente y a la espera, tan solo, de que los presupuestos estatales recojan la partida económica. Sin embargo, los años pasan y el dinero sigue sin llegar a la capital gaditana y al espacio museístico más importante de la capital.
De hecho, ahora se cumplen nueve años desde que la entonces delegada de Cultura, Dolores Caballero, presentara el Plan Director del Museo de Cádiz, que incluía la adhesión del edificio anexo a las actuales instalaciones. Desde entonces solo se ha ejecutado una parte, aunque la más importante se ha centrado en la puesta en valor de la Casa Pinillos, que también ha sido utilizada para ampliar el Museo de Cádiz, tras ser legada por una familia gaditana con este fin. Quizás esta inversión, que supuso un desembolso de más de cinco millones de euros a las arcas públicas, y que permitió aumentar los espacios expositivos con motivo de la celebración del Bicentenario de la Constitución de 1812, ha frenado la posible inyección económica para el edificio del Callejón del Tinte.
Tercera fase
El inmueble de la Plaza de Mina, a escasos cinco metros del recinto central, se ha dedicado a recrear el Cádiz Romántico, el de ida y vuelta, que alcanzó su máximo esplendor entre finales del siglo XVII y principios del XIX. Ahora tan solo falta dotarlo de contenido y ejecutar la última parte de la tercera fase del Plan Director, centrado únicamente en la integración del antiguo edificio de la Escuela de Bellas Artes, que también supondrá una importante transformación de la zona. Quizás es ésta la única esperanza de volver a dar vida a un Callejón donde, de momento, solo se respira soledad y abandono.
(Publicado en La Voz de Cádiz)
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