Desde las primeras ciudades mesopotámicas del milenio cuarto a. C. hasta la actualidad, las ciudades han experimentado, sin duda alguna, muchos cambios que han comportado transformaciones profundas y que, con frecuencia, han implicado derribar y construir de nuevo. De este modo, los límites de las ciudades originales se han ido ampliando y el núcleo urbano original ha pasado a ser designado con denominaciones como ciudad vieja, barrio viejo o casco antiguo, por poner algunos ejemplos. En estos barrios, las calles suelen ser más estrechas, menos iluminadas, hay menos servicios y comercios, los edificios no cuentan con ascensor, etc., con lo que los precios de las viviendas suelen ser
más económicos. Este contexto aparentemente poco atractivo, sin embargo, puede
llamar la atención de un grupo de personas de un cierto nivel económico que
(re)descubren un barrio degradado y depreciado comercialmente, pero que ofrece
una buena relación entre la calidad y el precio, con lo que deciden instalarse
en él, aprovechando la oportunidad de los precios.
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